Caminan por la calle bajo el regazo de la noche fría y cruda, sin premura y con la paciencia divina de estar aun con tiempo de disfrutar uno del otro. Ambos saben que está mal, pero solo uno se preocupa de las consecuencias, mientras que la otra tiene la tranquilidad de poder caminar sin preocupaciones, pues es una alma libre y no le tiene que rendir explicaciones a nadie. Caminan lento y midiendo sus pasos, él la escucha y ella disfruta hablarle como solo ella sabe hacerlo, con espontaneidad y confianza, porque solo con él, ella es así.

Ocasionalmente chocan hombro con hombro como si se atrajeran cual imanes, son breves pero intensas esas miradas que debes en cuando ocurren, sus cuerpos se llaman y ellos lo saben, pero se controlan, saben que no está bien. No deberían estar caminando libres y despreocupados, como si solo de ellos fuera este mundo, ella reflexiona por instantes, pero luego lo voltea a ver y es inevitable no desear sus labios, no querer morderlos y sentir el sabor de sus besos. Por otra parte, él busca el momento adecuado para robarle un beso, él también la desea, quiere que sus libidos labios se tiñan de rojo, quiere sentir su lengua y quiere que su corazón se acelere como nunca antes lo hizo, pero no puede, hay un lastre que lo tiene amarrado, que le dice a viva voz que lo que hace esta mal, le grita y lo regaña, es su conciencia.

La desea, pero no la ama. Su amor ya tiene dueña, que debe estar esperando a que le contesten el teléfono, que hace más de media hora suena pero nadie contesta. Estando ocupado en lo prohibido y tentativo nadie puede contestar y él lo sabe, pero ella no. Por eso decide ponerle fin a la caminata y descansar en unos banquillos, que están ubicados alrededor de una pileta. Ambos se sientan y saben que la despedida llegó, pero no saben cómo decirse adiós, saben que es inevitable que si se acercan demasiado uno de ellos cederá a la tentación.

― ahora voy a besarte. Dice ella, sabiendo que es débil y que de todos modos iba a caer en la tentación.

Entrelaza sus manos por el nerviosismo y se acerca lentamente y totalmente entregada, siente que el corazón se le va salir. Él por su lado, rendido completamente se deja llevar por la inercia y lentamente le toma las manos y de a pocos se acerca con delicadeza y suavidad, dejando de lado la euforia de su incontrolable deseo.

Sin embargo, cuando estaban a tan solo tres centímetros de chocar sus labios, el teléfono vuelve a sonar, de tal manera que él decide parar y contestar, dejando de lado sus deseos y haciendo caso a lo correcto. Mientras ella, decepcionada y triste se resigna a conformarse con la sensaciones previas. Él regresa al banquillo luego de contestar el teléfono y se despide de ella con un tierno beso en la mejilla.

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