Hace 4 años un martes a las 12:00.
Tenía 16 años cuando mi madre me llamó por teléfono para decirme que mi padre iba a cerrar sus ojos completamente en pocas horas.
Recuerdo esa sensación de querer ir contra reloj y llegar cuanto antes al hospital para poder despedirme de mi real mejor amigo en Tierra pero, cuando llegué al hospital, ya era demasiado tarde… ya se había marchado al más allá. Tras insistir al médico durante un rato me dejo darle un último beso de despedida, el mejor beso que he podido dar a alguien en toda mi vida. Era un beso que sabía a magia.
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