Carta a René Magritte

Carta a René Magritte

Javier Reiriz

19/01/2021

Estimado maestro:

Redacto esta misiva porque quiero que conozca mi opinión sobre su obra «Los Amantes», de la cuál soy parte activa. Sé que no me la ha pedido, pero se la voy a dar de todas formas. Espero que llegue hasta usted y pueda leerla allá donde se encuentre”.


«No puedo ver su rostro. Tampoco sus expresivos ojos que tanto me confortan. Es como si una pared infranqueable actuase de barrera entre nosotros. No noto deseo en su beso. Se ha desvanecido el ímpetu que tan bien manejaba sus bajos instintos. Se limita a juntar su boca con la mía de forma mecánica, como si estuviese fumando un cigarrillo o cepillándose los dientes. ¿En qué estación se apeó la sensualidad de sus labios?, ¿por qué no hay humedad en ellos? Son preguntas que me atormentan desde que a usted se le ocurrió plasmar en el lienzo esta cómica pantomima. Sí, pantomima, porque en el fondo solo trata de impresionar a la gente que nos observa, de transgredir con ello. ¡Hay que tener la mente muy retorcida para planificar una escena tan dantesca!

Es muy cruel poner frente a frente a dos personas que se aman y atarlas de pies y manos para que no puedan dejarse llevar por sus instintos; y, por si fuera poco, ¡de por vida! Plásticamente quedará muy bien y dejará una imagen impactante para la posteridad, una imagen plagada de simbolismo, pero… ¿qué hay de nosotros?, ¿no pintamos nada en esa ecuación?, ¿somos incógnitas o seres humanos?, ¿qué hay de nuestra dignidad?


Para usted puede que seamos la representación del amor ciego, de la poca importancia que tiene la identidad cuando dos personas se aman o se atraen sin reservas, de ahí el velo, pero la realidad se me antoja bien distinta. Y es que estamos representando una malformación de su enrevesada mente, una aberración de su absurda realidad. Se me vuelve a plantear la duda: ¿será todo un montaje?, ¿una forma de llamar la atención de un artista que no tiene la más mínima decencia? Cabe esa posibilidad. Por más vueltas que le doy no alcanzo a comprender qué pretendía al hacernos pasar por esta farsa. Me siento ridícula, señalada, y si me apura, hasta vejada en mis más profundas convicciones. ¿Por qué ese velo?, ¿por qué tantas trabas a la libre explosión del amor?, ¿no hubiese sido mejor inmortalizar el momento llevando al lienzo el gesto sin barreras?


Lo que pretendía usted cuando creó la obra no lo sabremos nunca. Siempre encontró la forma de eludir las preguntas que se le hacían respecto de esa puesta en escena y prefirió irse con el secreto a la tumba. Mientras, críticos y estudiosos exponen multitud de teorías y no se ponen de acuerdo. Y en medio estamos nosotros, devanándonos los sesos por intentar captar su mensaje, inmortalizados con esa ridícula pose que nos hace parecer a los ojos del mundo como una pareja de estúpidos amantes».

Shostakovich. Cuarteto de cuerda nº 8. (V. Largo)

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