Lucubrar de un hombre

Lucubrar de un hombre

La sombra

17/01/2021

Calido, los cimientos del lomo frágil, aferrandose a su último aliento, al mástil de su orgullo. Donde el tiempo se desbordaba como los hilos de su delicada cabellera. Su descendencia ciega, débil, sosa, se flanqueo ante la firmeza de sus muros, que petrificaban su personalidad para atormentarlos de una manera involuntaria.- Lo sé. Al menos eso esperanzaba mentalmente. Por fin, sentir quebrar el sollozar del alma, que torna de vidrio al hombre y a veces filoso con sed de teñir todo al rojo vivo.- Calma, puedo verlo, casi como un reflejo. balbucee mirándolo con ojos de ternura, de esos que abrigan abrazos, pero mis falanges apenas palparon la superficie de su inestable carne, buscando un trago dócil. Tan dócil y blando como un sincero y desnudo beso. Pero entendernos es tabú, más que un propósito, es una necesidad, como una luz que filtra una ventana, que alumbra por centelleos pugnando a la retina por el alba después de una etílica noche. Pero mis entumecidos intentos no me hacen llegar al clímax, ni a la calidez que erizan los campos.

La soledad se volvió vigía, en mis oscuros pensares como el cielo que me viste. Ahí comenzó mi travesía en la compañía de la carne, en el tiempo hipotético de una juventud que se aleja. Ahí empezó mi lado meditabundo, cuando ame y olvide que es amarse sin dejar de amar.- Dios ¿No existe el trago dócil, tan blando como un beso? ¿De esos que funcionen así la soledad te tome de la mano? Pero mi orondo rostro casi ovalado y estirado por el desespero, casi en ritual con «el grito», busca dormirse al estrellarse con la noche. Para digerir sus dudas, para cosechar respuestas, en una sociedad ingobernable por la razón, pero sometida por las necesidades. Hoy siento la necesidad de sentirme humano y desplomarme en el sencillez de abrazar su imagen, para encontrar la puerta, la entrada sin salida  que me aleje de mi mismo y mi molde involuntario producto de mi inocencia. Joder, estoy jodido entre los mantos del hoy, inmóvil por el ayer y perturbado por el mañana, escapando con extremo desasosiego del alivio, porque aunque aparente, es facil amar sin amarse uno mismo. 

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