(Historia de un beso)Y YO, QUE NO. Y ELLAS, QUE SÍ.

(Historia de un beso)Y YO, QUE NO. Y ELLAS, QUE SÍ.

Con cinco, seis y siete años yo era una niña niño. Paliducha, mellada, fea y con el pelo muy corto porque era más fácil para mi abuela. Tenía amiguitos en el barrio a pesar de haber vivido un solo año en el pueblo. Jugábamos en la acequia cuando no nos veían, y a chorizo tres cuartos y a policías y ladrones.

Las niñas grandes comenzaron a decir que yo le gustaba a Carlos, y a preguntar que si no me gustaba él a mí. Y yo, que no. Y ellas, que sí.

Acabé teniendo pánico a salir, sentía tanta vergüenza… Empezó a correr el rumor de que éramos novios. Yo debía ser la novia de alguien más fea de la historia. A pesar de todo ellas insistían: “¡pero si es muy guapo, y te quiere!” Y yo, que no. Y ellas, que sí.

Un día ocurrió. Los demás niños, Carlos y yo coincidimos en la calle a la misma hora, justo antes del bocata de azúcar y aceite para merendar. Me acorralaron contra una fachada en esquina. La feucha, más paliducha que nunca, gritó: “¡si no me dejáis ir se lo contaré mi abuelita!”. Y entre tanto, otro grupo de mini celestinas habían ido a buscar a Carlos. Mi corrillo se abrió y lo introdujeron a él dentro. Una maléfica alma infante le conminó: “¿a que no eres capaz de darle un beso?” Y yo, que no. Y ellas, que sí. Y él: “¿que no?, ¡claro que sí!” Carlos se vino hacia mí como si fuese a chutar un gol y me plató un beso en portería. Acto seguido, comencé a llorar con una pena que jamás había sentido, me habían robado lo único de lo que una niña, fea y mojigata, es dueña cuando sueña que es guapa y desenvuelta.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS