Salitre y mar

Salitre y mar

Carolina FM

04/02/2021

La noche era gélida y el viento soplaba implacable sobre un mar embravecido que sacudía las rocas del escarpado acantilado con furia. Allí, al borde del mismo, donde difícilmente podía mantenerme en pie, lancé mi beso al aire. Me lo pediste y sin saber quien eras, te concedí tu deseo.

—Ese beso es para ti, desconocido. ¡Quédatelo!— escupí con rabia.

Voló mar adentro, ya no me pertenecía y pronto lo olvidé.

Arrojé la botella de bourbon tan lejos como pude y me alejé dando la espalda a la furia del mar, sin importarme sus amenazas.

—No eres tan poderoso como te crees, ya no me intimidas.

Me adentré en las tinieblas del espeso bosque luchando contra el granizo y las zarzas, empeñadas en dañarme.

—No podréis contra mí, soy inmortal —grité—. ¿Y tú que miras?—añadí esta vez dirigiéndome a la luna, testigo de mi locura.

Los siniestros árboles alargaban sus ramas queriendo darme caza mientras yo me tambaleaba de un lado a otro como una marioneta patética. Entonces resbalé y mi cabeza fue a dar contra una piedra. ¡Dios qué dolor! Un sabor amargo y desagradable se apropió de mi boca. Sentí frío, mucho frío. La oscuridad se hizo más patente.

Permanecí dormida hasta que la música de un mar amable me despertó. Abrí los ojos y sentí una punzada en lo más profundo de mi ser. Estaba confundida, no recordaba cómo había llegado hasta allí, hasta nuestra playa, esa que te vio partir hace años y a la que nunca regresaste. Ese fatídico día el mar se tragó mi alma junto a la tuya.

Froté mis ojos que lloraban sin permiso cuando escuché el chapoteo de unos remos. Me giré y ahí estabas tú, con la misma sonrisa, la misma mirada.

Te acercaste y me abrazaste mientras yo me rompía por dentro. Aspiré tu olor a salitre, ese recuerdo no me lo habían robado.

—Yo cuidaré de ti— susurraste acariciando mi pelo.

Ya no sentía dolor. Eras tan real. Me acurruqué entre tus brazos, sin moverme ante el temor de que desaparecieras de nuevo.

—Soy yo quien reclama tu beso cada noche, yo soy tu desconocido. Antes tus besos eran dulces, pero ahora… son amargos, como tus lágrimas, duelen. Mírame, no temas.

Obedecí. Estuvimos en silencio, hablándonos solo con la mirada hasta que nuestros labios se rozaron y se fundieron en ese beso que celosamente habíamos guardado para ese momento. 

                                                                *****

El día había amanecido gris y lluvioso, parecía que la borrasca nunca iba a alejarse. Un grupo de cazadores dieron la voz de alarma a primera hora de la mañana. Sus perros habían encontrado el cuerpo de una mujer sin vida en medio de la espesura del bosque. Tenía un fuerte golpe en la cabeza, pero a pesar de ello, sonreía. Su rostro reflejaba paz y serenidad.

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