Habían sido las noches más largas de mi vida, me sentía cansada, ojerosa y nerviosa, llegaba a casa con la única intención de tocar la cama y dormir hasta el día siguiente, sin embargo me la pasaba dando vueltas sin poder conciliar el sueño, semanas enteras con ese insomnio, él me mantenía así.

Lo veía parado frente al aparador donde lo conocí, su mirada azulada, su sonrisa y su voz, me cautivaron desde el primer momento, una tarde me atreví, le di mi tarjeta con el pretexto de ofrecerle un servicio más especializado, él me miró nada tímido y agradeció prometiendo que llamaría, sabía lo que provocaba en mi y yo sabía que era él a quien quería ver cada amanecer.

 La semana siguiente la policía apareció en la tienda preguntando si lo habíamos visto en esos días,  había desaparecido y no tenían pistas sobre su paradero. Me comprometí con el caso, ayudé a la policía consiguiendo información en los comercios que se encontraban alrededor,  pero no había nada y nadie lo había visto. 

Las siguientes semanas fueron eternas, al principio no dejaba de soñarlo y los días siguientes, no podía dormir, estaba como ida en el trabajo, las horas eran interminables, esa tarde por fin lo acepté, debía terminar con el suplicio, él jamás volvería, jamás podría sentir su aroma de nuevo, ver su sonrisa, era necesario olvidarme de él. 

Decidí alejarme ese fin de semana de la ciudad, seguí el camino de tierra que me conduciría a la cabaña donde había crecido, sentía que al fin podría estar tranquila, el sol se estaba ocultando, caminé rumbo al lago, me detuve a unos metros de la orilla y le dije en voz alta mis últimas palabras al que había sido el amor más profundo que había sentido:

«Ojalá te hubiera dicho lo mucho que significaste en mi vida, ojalá te hubiera abrazado fuerte cuando pude y quizá tú pudiste haber llamado, pudiste haber correspondido a lo que sentía y este beso, pudo haber sido el principio de una historia de amor y no una despedida».

Me arrodillé y comencé a cavar con mis manos, no muy profundo había enterrado su cuerpo, limpié su rostro lo mejor que pude y le di el beso que el se negó a darme la noche que lo seguí a su casa, el beso en la frente que habría querido fuera menos frío, pero ahora el estaba muerto y yo debía olvidarlo para siempre. 

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