El beso de Schrödinger

El beso de Schrödinger

Clara Molero

05/02/2021

Él dijo «me sobra el aire». Pero no quiso hablar del oxígeno que le permitía seguir con vida para mirarla, del dióxido que salía de su preciosa boca cada vez que exhalaba una palabra. Se refería al espacio que los separaba, a la mesita, las tazas, las teteras, las tartas, a las barreras de las maneras y de los modales, no se sabe si buenos, pero cautos. Se refería al tiempo que distaba entre la sonrisa y el encuentro, entre la conexión y el experimento, la chispa y la fusión de las mareas.

—Cierra los ojos —Pidió ella. Y él cerró los ojos.

Poco más tarde, poco más lejos, el aire se contrajo en un acercamiento que nunca podría probar cierto. El tacto de sus labios, el suave aliento, el sabor a tarta de manzana y a saliva, quedarían por siempre grabados en esa parte de la memoria que se parece demasiado a la imaginación.

—Abre los ojos —Pidió ella. Y él los abrió.

La encontró sentada en su silla, al otro lado del aire, tan lejana, tan futura o tan pasada que extendió la mano en un intento por descubrir si estaba allí presente.

No sin sentirse un poco idiota le preguntó:
—¿Me has besado?

A lo que ella contestó risueña:
—Puede que sí, puede que no.

Él se levantó de la silla con arrojo y se dispuso a interrogar a los presentes. Preguntó a las señoras de la mesa de al lado, al camarero nuevo, al veterano… pero cada uno de ellos recordó el acontecimiento desde esa parte de la memoria que se parece mucho a la imaginación.

—Te besó.
—No, no. Él la besó a ella.
—No hubo beso, lo habría notado.
—Pero si en esa mesa no había nadie… 

Volvió a su mesa sin respuestas, o con tantas y tan diversas que todas ellas juntas carecían de valor. Volvió a la mesa confundido pero aliviado al ver que ella seguía allí.

Y con la cautela ya perdida, con los modales relajados y el deseo de un beso irrebatible, sin peticiones ni preámbulos, sin mentar los ojos y rodeando las dudas, la besó.

Solo entonces le dio igual saber si el beso había ocurrido antes, porque el beso estaba ocurriendo. Quedando anclado para siempre en esa parte de la memoria que supera con creces a la imaginación.

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