En algún momento existió un pasado, un tiempo indefinido donde el mañana no era un numero en el bolillero del azar. Hubo un tiempo donde el tiempo no importaba, donde no le temíamos a cada segundo, donde una risa era eterna. Existió algún lugar en mi que era impaciente, que no dejaba que el tiempo lo rodee. En ese entonces las horas pasaban como si nada, como si no existiesen, como se vuela una hoja de un árbol que aparece y desaparece. En ese entonces el tiempo cabalgaba, corría detrás nuestro cómo si de tiempo se tratara. Pero ahora ya no es tan así, pues el tiempo aprendió junto con el y es mas benévolo, ya sabe que no va a perder, entonces nos espera.
Se que en algún momento todo perece, cae, cesa. Al igual que perecen los días, de la misma forma que cae la lluvia y luego cesa. Pero también se, que no hay mas de un tiempo, que todo sucede mientras nadie se fija. Se que en la vida, es difícil saber cosas, existe el dolor que somos incapaces de sortear. Y aun sabiendo tan poco me conformo con vivir, ignorándolo al tiempo.
Cuando pienses que el tiempo te gana, que te falta, que ya no podes mas, vas a tener que pensar en que el tiempo siempre lleva las de ganar. No porque nos pegue primero, sino que nunca frena, nunca se detiene a contemplar, a contemplarse. La vida no es una montaña rusa, es una guerra donde el tiempo es inmune. Una guerra callada la cual nadie gana, porque nadie pelea queriendo, peleamos porque acá nos pusieron y solo esperamos el momento en el que el tiempo decida terminar con su juego caótico.
No quiero aburrirte, pero hace ya tiempo que no siento azúcar en la vida, es ese gusto que le otorga la adrenalina, el miedo, el amor y la soledad. Es el caminar por una calle rodeado de gente desconocida, el encontrarse con miradas y el matarse con silencios. No quiero aburrirte, pero es que me aburro.
Salgamos un rato, veamos la gente pasar, acariciemos un perro desconocido, crucemos la calle apurados como si el tiempo fuese el que quiere pasar. Recorramos la calles en busca de viejos edificios, para así yo contarte lo que allí he vivido. Recorramos la plazas en busca de un rayo de sol para transportarme un momento, mientras cierro mis ojos, a cuando era niño.
-A la gente no le gusta la lluvia, pero eso es porque no la vive, le tienen miedo-
Recuerdo cuando llegaba tarde a cualquier lado, como ignorando el hecho del tiempo. No era rebeldía, era inocencia, era obnubilación sobre el hecho de que el tiempo ocurría, va ocurre. Recuerdo la primera vez que comencé a preocuparme por el tiempo, lo recuerdo al igual que esos flashbacks que se acercan cuando observas una foto. Lo recuerdo a color y con sonido. Ya que es imposible olvidarme de aquel día. Una mañana de otoño donde lo que único que cubría mi cuello era una bufanda vieja y yo paseaba por aquellas calles que ni de lejos podemos ver. Iba en camino, aunque yo no lo sabia, a vivir uno de mis mejores días por no decir el mejor. Como siempre, iba envalentonado, apurado como si fuese una carrera y en el vaivén de mis piernas se introdujeron las tuyas y así generaron un nuevo Big Bang donde el tiempo se permitió frenar una milésima ,como si eso fuese mucho, donde la adrenalina corría en su pista de carreras preferida, nuestros cuerpos, donde la lluvia quiso ser participe, pero no protagonista, y ahí juntaste tus cosas, yo junte las mías y cada uno siguió su camino, esperando que el otro vuelva, bueno por lo menos yo esperaba eso.
–No creas hijo, a todos aquellos que te endulzan el oído diciendo que el tiempo todo lo cura. Pues el tiempo nunca perdería su tiempo en curarte-
Antes, cada tanto venía al parque si llovía. Me gusta lo que trasmite la lluvia, la sensación de limpieza ininterrumpida, no existe el frio cuando te amigas con la lluvia. Es como cuando dejas de temerle a la oscuridad, cosa que nunca es absoluta. La lluvia siempre fue buena compañía, desde que nos conocimos pocas veces nos hemos peleado, si bien a veces es brava, la intento comprender.
Hijo, la vida siempre presenta ciertas cualidades, inesperadas, inoportunas, que pueden resultar inmanejables. La vida no trata de ganar o perder, pues nada tenemos en esta vida y al mismo tiempo tenemos mas de lo que deberíamos. Esto me lleva a pensar en todas las tardes perdidas, y recuerdo las que aproveche, pero nunca voy a poder olvidar aquella tarde que marco un punto de partida, una línea donde situarse. Una tarde de verano, donde las sombras se hacían amigas y todos buscaban alguna. Una tarde de esas que solo existen en verano, que se describen de esa manera «tarde de verano. Ese día caminaba mas despacio, pero por cuestiones de la vida decidí no ir por el camino de siempre, creí en ese momento que estaba bueno cambiar de rumbo y no estaba tan errado. Entre sombras y sombras se presento un sol que no era nuevo para mi, pero yo era insignificante, era una simple estrella al lado de ese inmenso sol. Y cruzamos miradas, intercambiamos sonrisas y creí que en ese momento las constelaciones estaban siendo opacadas, creí, ingenuamente, que todo iba a suceder, pero al igual que un foco intermitente que se prende y se apaga, nuestra luz duro un momento tan ínfimo como aquel en el que el tiempo se detuvo. Amague a girar la cabeza, como cuando uno gira el foco para intentar que funcione, pero fue en vano. Las constelaciones volvieron a brillar, el tiempo seguía corriendo, ella seguía caminando y yo estaba varado, naufrago de mis dudas.
–Uno se acostumbra a dudar, pero tarde o temprano nos damos cuenta que las dudas no hacen mas que empujar al tiempo. No te digo que no dudes, pero ante cosas que no depende de vos, lánzate porque siempre va a haber un paracaídas del cual tirar y cuando creas que no, ahí también va a haber.-
Ya esta atardeciendo y al igual que mis ansias por la vida, el sol se borra. El frio acaricia suavemente mis mejillas como rozando con sus dedos y en esta noche fría sin reparo solo tengo mis pensamientos que nadan por ahí buscando una salida, hoy pude sacar bastantes como a quien se le rompe una bolsa de caramelos cuando intenta abrirla y la termina vaciando. Aunque yo no vacié mi bolsa, todavía tengo cosas para contar, pero mejor que volvamos a casa.
La casa vacía, fría a falta de movimiento dentro de ella y me recibe con una sonrisa a pesar de haberme ido toda la tarde. La casa de uno siempre va a ser lo mas fiel que tengamos, nuestro refugio, nuestra huida rápida. Nuestra casa es como nosotros mismos, conocemos sus ruidos, sus fallas, sus puntos débiles y además nunca terminamos de conocerla. Ya no tiene la gracia que tenia antes el estar solo, antes me escapaba, me conocía, pero… me conozco bastante, aunque siempre tengo tema del que hablar conmigo, igualmente la soledad perdió ese gustito que tenia antes, el de satisfacción, el de escape. Esa sensación de libertad que tenia correr mientras el viento hacia flamear la única cosa que protegía mi cuello, la bufanda, eso también se perdió, pues correr ya no puedo y no quiero ser libre. La palabra libertad no me deja dormir, eso y que empezó a sonar el teléfono. Del otro lado se puede oír una voz de un chico que tampoco puede dormirse. – Abuelo, ¿Podes terminar de contar la historia de la chica?- Yo ya estaba despierto en un limbo de pensamientos que no permitían mi sueño, así que mi respuesta fue accesible. – Justo estaba pensando en algo de lo que te podría haber hablado, la libertad-
Hubo una tarde, una verdadera primera tarde, donde coincidimos y el cielo no era perfecto, ni cantaban los pájaros, ni se detenía el tiempo, ni brillábamos como constelaciones, solamente estábamos ahí, existiendo y nunca entendí que fue, capaz el viento o la lluvia, no se, pero ahí estábamos volviéndonos a cruzar. Me miro y se freno, y tal vez en modo de broma me dijo.- Parece que el destino no deja de encontrarnos- Las palabras correctas no existían y yo sentía que tampoco, de la nada estábamos sentados riéndonos de nosotros. En una plaza llena de gente, pero que yo la recuerdo vacía, solo existía en esa burbuja donde cada tanto el tiempo pasaba a hacer lo suyo. Esa tarde de invierno donde no tenia mi bufanda, lo único que protegía mi cuello eran sus brazos y sus labios protegían los míos. Día tras día mi único plan era que el destino siga jugando a juntarnos y se ve que me hizo caso. Cuando estaba con ella el tiempo parecía débil, la libertad cobraba sentido, el correr por debajo de la lluvia era una dosis de ella y entre tanta adrenalina acumulada, sus labios me inyectaban la morfina necesaria para que siga en la realidad. Nos veíamos todos los días, nos despedíamos con un largo beso, ella me agarraba la cara y yo me sentía libre en la prisión de sus manos. Luego de despedirnos me acostaba boca arriba en mi cama, cerraba mis ojos y solo esperaba el momento en el que me despertase para salir corriendo a entregarme a ese destino que ya manejábamos nosotros, decidiendo cuando juntarnos.
–Sabes, en la vida nos equivocamos, muchísimo, pero creo que ella fue mi mejor equivocación-
No voy a perdonarme jamás el haber perdido tanto tiempo, y no le voy a perdonar a este haber sido tan rápido. Haberse fugado, escapándose como si no quisiese que disfrutemos. Mi vida fue buena, no me puedo quejar, pero ya no es lo mismo. Tuve el error de confiarme, de confiar en el tiempo, tuve el error de no mirarla tanto a los ojos, me equivoque cuando creí que seria una locura estar loco de amor, me equivoque, le erré cuando pensé que seriamos eternos, cuando lo quise dejar para mañana, cuando no me apure y cuando no flui. Ella me hubiese acariciado la cabeza y me diría que todo iba a estar bien, que ni el lugar ni el momento nos iban a afectar si estábamos juntos. Pero hoy no estamos juntos y no todo esta bien, hoy no me agarra fuerte de la cara, no soy prisionero de sus besos, ni de sus manos, no me duermo con ansias de despertarme, y ya nada me cubre el cuello, ni mi bufanda, ni sus brazos, ni su voz.
– A veces me levanto con la ilusión de que ella este en la mesa, con esa sonrisa que tenia. Me siento ese chico de 18 que corría a verla, pero tan rápido como llego todo se desmorona y vuelvo a caer en la realidad, no me molesta, digo, el hecho de caer en la realidad, me molesta que no sea a causa de sus besos. Cuando me acuesto, a veces me pongo una bufanda para así sentir algo parecido a sus brazos. Y no es que no tenga ganas de perder el tiempo en esta vida, lo perdería con gusto y correría en contra del tiempo mientras el viento pega en mi cara, mientras ella este presente, mientras que lo único que cubra mi cuello sean sus brazos-
El teléfono se mantiene en silencio y solo deja escuchar un pequeño sollozo de ambos lados. Ya no tengo ganas de hablar de libertad, ni del tiempo, ni de nada. Ahora tengo ganas de acostarme y cerrar los ojos, esperando que todo sea un simple sueño y que cuando me despierte ella este a mi lado.- Te dejo tranquilo abuelo, eso si, si la ves decile que la quiero.
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