Con mi abuela, la mujer que más amo, llevamos viviendo juntos desde que tenía siete años, actualmente tengo veinticinco. Siempre hemos estado la mayor parte del tiempo solos, a pesar de vivir con más gente. Nos parecemos mucho en la forma de ser.

    En sus veinte se separó de su ex marido, con tres hijos de seis, cinco y dos años respectivamente. Luego de abusos y malos tratos, decidió irse a vivir una nueva vida con sus tres hijos en el intento de mejorar su situación en ese entonces. La infancia que les dio, a pesar de no poder darles todo lo que necesitaban, fue de una crianza con valores y amor al prójimo.

    Cuando los tres rodeaban la edad de la adolescencia y adultez joven, su segunda hija comenzó a mostrar dificultades en el ámbito emocional desencadenada por la separación de sus padres, y la vida de escasos recursos en que se encontraban. Surgieron un sinfín de crisis, en donde se temía que ella perdiera su vida debido a profundas depresiones y problemas de salud anexos relacionados a lo mismo, sin embargo, mi abuela a pesar de muchas veces en que se sintió muy agotada sin obtener respuestas de nada ni la ayuda necesaria para solucionarlo, jamás se rindió. Pasaron los días, meses y años, se pasaban épocas de bienestar y manía, hasta semanas eternas de depresión en que la vida parecía no avanzar, estancarse nuevamente.

    Mi madre me tuvo cuando tenía diecinueve, y veintitrés cuando dio a luz a mi hermano menor. Vivió una situación parecida a la de mi abuela, motivo por el cual tuvo que irse a vivir con ambos a casa de mi abuela. Éramos mi tía, mi abuela, mi mamá, hermano y yo. Luego de unos cuantos meses, mi madre se fue con otra pareja que dio como fruto a mi hermana menor, a quien amo más que a mí mismo, mi tía en ese momento se encontraba en una de las peores de sus crisis.

    Era el día jueves de un verano, estábamos muertos de calor esperando a mi padre para visitarnos con algo helado para aliviar un poco el malestar del clima, pero de la nada sonó la puerta. Llegó el día en que un familiar de segundo grado encontró la ayuda que necesitábamos para que mi tía se pudiera recuperar y encontrar el por qué de sus constantes recaídas, hecho caído del cielo, ya que después de unos meses se descubrió que tenía un trastorno de personalidad heredado de su padre y que por suerte, se podría controlar con terapia y tratamiento.

    Mi abuela entre estos tantos años que fueron de cansancios, discusiones a las tres de la mañana, vergüenzas porque nos fueran a escuchar los vecinos, idas al hospital por urgencias, terminó saturada y fue víctima de un accidente cardiovascular que cambió su vida totalmente. Ella es una mujer de estatura media, piel morena, ojos almendrados, pelo oscuro rizado con canas por doquier, de una personalidad optimista y alegre, y adicta a los libros, le encantaba leer, pasaba horas y horas leyendo durante la noche. Ahora no puede caminar bien, su cuerpo le pesa, tiene constantes dolores de cabeza, después de que le ocurrió esto le dijeron que no podría caminar, pero su fe en Dios fue más fuerte y hoy en día hace todo lo que se propone dentro de sus condiciones, y yo le ayudo para aligerar su carga. Cuando mi tía tenía sus crisis y en medio de discusiones ella me miraba fijamente, como si hubiera odio en sus ojos hacia mi persona, yo le respondía que jamás haría algo como lo que hacía ella, pero la boca me castigó sin darme cuenta. Al cumplir los dieciséis, tuve mi primera depresión, en la que sentí que iba a morir, pasaba noches y noches llorando, y esto se fue repitiendo de forma alternada a los diecinueve, y luego a los veintidós, no obstante mi abuela a pesar de todo lo malo que hice, ella nunca dudó en ayudarme y estar siempre ahí para mí, jamás me faltó su consejo, su palabra de aliento, incluso en su falta de conocimiento respecto a ciertos temas me hizo entender un poco más la vida, eso no lo olvidaré hasta el día en que me muera.

    Mi abuela siempre ha sido la mujer más importante en la vida, ella ha sido más mamá que mi propia madre biológica, me ha dado todo lo que he querido y más, hasta lo que no he merecido, me hizo un malcriado como cualquier abuela lo haría. Y si hay algo por lo que ella ha vivido hasta este momento, fue para asegurarse de la sanación para mí tía, y enseñarme sobre la vida a mí para poder salir al mundo preparado. Aún la necesito y ella a mí, espero que viva muchos años más, solo sé que cuando mi vida personal y profesional se asegure al fin, cumpliré un deseo que recuerdo desde pequeño anhela: viajar en tren largas horas, y descansar por fin.

    He visto a mi alrededor gente cercana de edad mayor en distintas situaciones; algunas a cargo de sus hijos, otros totalmente solos que han llegado a morir en la misma situación de soledad, otros con familiares fuera de la ciudad que jamás vienen a visitarlos, y otros que nunca reciben una llamada de algún pariente. Tengo una vecina que siempre está sola, al parecer no tiene hijos y la verdad es que nunca me he dado el coraje de preguntarle sobre su vida porque al parecer es un tema delicado para ella, nunca he visto a alguien cercano que se preocupe por su salud o que la llame para saber cómo está; así que, cada vez que puedo me detengo a conversar con ella unos minutos para preguntarle qué ha hecho, cómo ha estado, hacerle bromas para que se ría, le llevo dulces y helados o alguna fruta para que coma y no vea sus días tan grises, pero estoy seguro de que hasta que el día en que ella ya no esté, quedará plasmado en mi mente una frase que siempre me responde cuando le pregunto cómo se encuentra:
«Hijo, la soledad es lo que me está matando.» 

Y me pregunto, ¿llegaré a vivir en esas condiciones de soledad, sea por decisión o por castigo de la vida?, ¿quién me perderá a mí, y qué importancia me darán?. Porque en cualquier momento podría perder a la madre que me crió, que es angustiante, cómo lo es pensar que un día llegaré a tener su edad sin saber nada sobre mi futuro, y he visto que pocos, sobre todo la gente de mi edad, se llega a preguntar eso. Y si hay algo que me aterra, es llegar a viejo muriendo solo, como a más de alguno le debe pasar.

    Partimos pensando en que la vida será «eterna», no vemos lo malo de la vida ni los sacrificios que tendremos que hacer más adelante, no entendemos nada sobre el mundo. Más tarde, comenzamos a tomar consciencia de lo que significa ir cumpliendo años; nos llenamos de tareas y responsabilidades, cosas que cumplir y que nadie más hará por nosotros, estamos tan enfocados en obtener cosas materiales e ir cumpliendo metas que teníamos fijadas, que la mente no nos da para más que estar pensando que debemos seguir y así, llegar en mejores condiciones a la vejez. Sin embargo, luego de años y años de trabajo, sacrificios, aprendizajes, conocimientos, tantas personas que ya no están con nosotros, nos damos cuenta de que va quedando mucho menos para partir, no nos llevamos nada de todo lo que hemos construido durante tanto tiempo, y además traemos consigo las consecuencias de los actos cometidos durante la vida, cada uno sabe a fin de cuentas si esto es para bien o para mal bajo un punto de vista de beneficios personales en la etapa de adultez mayor.

    Siempre me he sentido como un alma antigua a pesar de mi edad, muchos amigos cercanos a mi rango etario no tengo, la mayoría de las veces me llevo bien con la gente mayor y entrada en años, porque me siento en más compatibilidad con gente mayor y los adultos mayores en sí, ya que saben más de la vida, tienen experiencia, siempre tienen algún buen consejo que dar, y a pesar de muchas veces no estar en la misma sintonía con varios, siempre tienen algo que aportar porque saben cosas que otros no. Y lamentablemente, no se les da la importancia que debiéramos, cuando son tan valiosos e importantes como todos en este mundo, merecen el mismo respeto y consideración que cualquier otra persona. Por otra parte, todos vamos hacia el mismo fin, que queramos ignorarlo o negarlo, es decisión de cada uno.

    Actualmente, mi abuela tiene setenta años, a causa del encierro hemos tenido muchas diferencias por pasar el doble de tiempo al que estamos acostumbrados juntos, sin embargo, cada día trato de no dejar que las circunstancias ganen. Jamás olvido la vida que me dio y de la que me salvó, tengo tantas frases ancladas en mi mente que nunca olvidaré y que aplico en mi diario vivir, le estaré eternamente agradecido por todo lo que me dio, por todo su sacrificio a pesar de tantas malas rachas, sus enseñanzas, mi educación, y planeo morir a su lado porque siempre tuve una conexión con ella que con nadie más.

    Puesto que ya he andado en el tren de la vida con ella durante tantos años, espero poder ir en un tren físico viajando por horas mirando por la ventana diferentes paisajes, ver su expresión de descanso y conformidad por todo lo que hizo durante su vida, para que se vaya con la satisfacción de que fue útil para alguien, fue importante, y fue amada. Mientras tanto, me encargo de hacerle todo más fácil dentro de nuestras facultades y condiciones, evitar diferencias, intento darme la mayor parte del trabajo para que ella descanse física y mentalmente, en el intento de que dure el mayor tiempo posible.

    «Don Quijote de la Mancha» es su libro favorito, y si de algo estoy completamente seguro, es que me volveré loco como el, escuchándole por las noches gritar mi nombre para entrar porque ya es tarde, que siempre vivirán en mi mente aquellos veranos donde tomábamos mate a pesar de la temperatura, la habilidad en la cocina, el gusto por los libros y la escritura, el buscar la tranquilidad personal aunque implique alejarse, darse un gusto de vez en cuando para consentirse, las noches viendo películas de terror que nunca le gustaron pero que soportaba porque son mi temática favorita, los abrazos de consuelo, y las horas más pesadas en que pensamos que todo terminaría y sin embargo, salimos adelante.

    Solo sé que me quedaré con lo bueno, con el pensamiento de es que una de las mejores personas que he conocido, la más importante, y con el aprendizaje de que vamos cambiando a lo largo de la vida en diferentes etapas. Un día eres una cosa, mañana serás otra, y al final una distinta, solo hay que asegurarse de rodearnos de la gente y decisiones correctas para dar ese paso a la vejez con dignidad, y buena compañía.

    No han sido buenos tiempos, pero me esfuerzo en que esto cambie, el tiempo no va sumando, te resta. Solo me quedaré tranquilo, hasta aquel día en que ya no esté conmigo; sin antes sea muy peinada, sombras que resalten sus ojos almendrados, un labial que borre mitos sobre los labios finos, que sus delgadas y bien formadas cejas estén en su lugar, y las mejores ropas retratándola como una mujer hecha, derecha, y de las mejores. 

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