Otra mañana de sol, y me sacan al exterior para airearme la humedad, o ¿será que hoy es día de visitas y nos quieren despabilados para aparentar? dicho y hecho, puedo verte atravesando el umbral, el reloj ha de marcar las diez. De otra manera, no te permitirían ingresar. Tu caminar es acelerado, debe ser que sigues escapando a tu rutina, ella siempre se las ingenia para alcanzarte, quisiera gritarte a los cuatro vientos: «¡Deja de correr, te puedes tropezar!». Eres pintado a tu padre, si te viera, lloraría sin dudar. Te has convertido en todo un hombre y pensar que hace cincuenta años le temías a la oscuridad…si habré limpiado con agua y jabón tus rodillas raspadas, llorabas como si la herida fuera mortal. Las corridas al colegio y los retos con penitencia que me hacían arrepentir más a mi que a ti. ¡Cuantos años han pasado ya! Tu primer diente nacido y caído, tu primer amor y desamor. Parece mentira tu elocuencia al hablar, aún resuenan en mi mente tus palabras a medias y las frases que yo tenía que completar. Yo sí que me gané el cielo con cada una de tus travesuras… Aún no entiendo, como la vecina pudo perdonarme que hayas abierto la jaula de sus pájaros solo para verlos volar. Hoy es otra la historia… te acercas a mi, con un ramo de flores, lo apoyas en mis piernas, muy hermosas y con aroma a primavera, pero me hubiese gustado una copa de vino blanco, a decir verdad. 

Mi espíritu salta de la silla y te abraza, reímos a carcajadas y salimos a caminar. Que lindo que es soñar despiertos… aún es gratis. No lo podemos desperdiciar. 

 Me cuesta levantar la mirada de tus zapatos ¿son nuevos? ah…no, ¡al fin y al cabo los has lustrado! Tu camisa tiene líneas en los hombros, ¿será una manera de pedir disculpas por tu ausencia en el horario de visita de la semana pasada? no te preocupes, no fui la única. Me siento afortunada, a algunos hace meses que los dejan plantados. Si supieran que ya no podemos echar más raíces, se han secado hace rato y nuestras flores marchitas ya no atraen mariposas. 

El pantalón te baila, ¿te estás alimentando bien? no quiero pensar que tus apuros, te obligan a apretar el cinturón, el estrés conduce a un solo lugar. A la desesperación. No quiero eso para ti. 

Me alegra verte y por la cara que pintas, es probable que pienses que ya no logro reconocerte. Debo admitir que mi cerebro es un laberinto, pero mi corazón late fuerte cuando escucha tu voz, y eso te da identidad. ¡Abrázame más fuerte! ¡Vamos, atrévete! No temas romperme,  no soy tan débil como crees. Que no te engañen el oído las personas que me atienden. Las dosis aumentan, porque al tenerme adormecida, el trabajo es más llevadero, y sí que doy trabajo cuando se me sale una media. A veces, quisiera escaparme descalza y sentir el césped entre mis dedos. A veces, me despierto mucho antes de la hora del desayuno y cierro nuevamente mis ojos para imaginarme levantándome por mis propios medios, poniendo el hervidor con la leche y el olor a café inunda mis recuerdos. Puede que te den un poco de risa mis confesiones. Debo contártelas porque a veces haces esa mirada de pena, pensando que estoy apagada por completo, pero muy por el contrario, mi pensamientos siguen intactos. ¿Por qué me miras la camisa? ¿Otra vez me la manché? a ver… no… sigue limpia. Es tu mirada perdida, ¿otra vez con esos pensamientos hacia mí? quédate tranquilo, yo estoy bien… si algún día estuviera mal, sonaría tu celular. Pero aquí me tienes, dame un beso más…

Reconozco esa expresión ¿Qué aqueja tu pensar? no puedo imaginarme que atravieses por algo y yo no te pueda ayudar. Dime, ¿Qué necesitas? ¿Te duele algo? Que no te confunda mi apariencia, si me necesitas, saco fuerzas de donde no tenga, para salir a pelear. Creo que con solo mirarte fijo, sabes que es verdad. Hay una leona dentro de mi, y hasta el último de mis días, pelearé por mi cachorro. Bueno, en realidad hasta cierto punto de mi vida, peleé por él. Ahora solo rezo para que en su andar, nadie se cruce con saña ni afán de lastimar. Eres mi pequeño y aunque me superes en estatura ampliamente, mi cuerpo contuvo el tuyo y ese fue mi mayor logro en la vida. Nadie me arrebata ese recuerdo de amor inconmensurable. ¡Vamos, cambia esa cara! parece que vienes a mi velorio, no me hagas asustar. Estos encuentros esporádicos los atesoro en mi alma y quiero aprovecharte hasta el final. Debo disculparme si alguna vez te hice renegar. No hace falta que, al igual que yo, pidas disculpas. Te perdono hasta lo que aún no me has hecho. 

Que lindo se siente tenerte a mi lado. Hubiera usado mi vestido floreado, pero no sabía que venías. De haberlo sabido, te hubiese preparado tu comida favorita. Extraño cocinar…la última vez que me puse a experimentar, hice de cenar cordones de zapatos, pensando que eran espaguetis, ¡qué manera de delirar! No te voy a mentir, me enojé al principio cuando supe que me querías internar. Con el tiempo ese pensamiento se disipó y comprendí que esa era tu manera de ayudar. No quiero ser el palo en tu rueda, mucho menos una carga en tu andar. Quiero verte feliz y me molesta en verdad, que no puedas borrar esa mirada al verme. No es lo que parece, me hace bien saberme aquí y saberte lejos de mí. No tienes idea la forma en que te conozco y lo muy poco que tú sabes de mi. 

 No permitas que las arrugas de mi piel te confundan, soy más de lo que ves. Soy guerras ganadas y otras tantas perdidas. Soy los intereses que el banco le ha puesto a mi felicidad. Soy los niños que corren por mi patio trasero y mis rodillas que crujen por querer alcanzarlos. ¿A quién quiero engañar? ya no puedo correr detrás de ellos. Ese crujir lo hace mi mente, al recordar que hace unos años, al menos lo podía intentar.

Hoy aquí me tienes, conviviendo con personas que no saben quién soy. Es como volver a empezar en el final.  

Soy el rezago de mis sueños, y la fortaleza debilitada. Soy tantas cosas, que el espejo ya no me cree, cuando me planto firme delante de él y le exijo respeto; la mirada reflejada, pertenece a quien me ha observado durante años y con quien me he trenzado en lucha más de una vez, a veces, olvidando los rencores lloramos en silencio intentando de forma sigilosa, secar nuestras lágrimas antes de que alguien se percate de su caída inminente sobre la camiseta.

Soy más de lo que ves, que no te intimiden mis brazos debiluchos y marcados con venas, huesos y cicatrices, son mi orgullo. Ellos han sostenido a toda una familia, porque cuando los pasos acelerados atravesaban mi puerta, ellos automáticamente se abrían para recibir a quien sollozaba del otro lado de la pared. A veces, solo necesitaba que otros brazos hagan lo mismo con mis miedos, pero siempre me mostré tan fuerte que los únicos abrazos que recibía eran los míos en la soledad de mi cuarto. No me arrepiento. Nunca pretendí cambiar mi postura. Siempre me mostré fuerte y todos necesitaron de mí. No quisiera mentirte, me hubiese gustado que alguna vez, alguien me preguntara si yo necesitaba de algo o de alguien, y aunque mi respuesta hubiera sido que no, mi alma estaría inmersa en la tranquilidad de saberme en compañía acogedora.

No te confundas conmigo, soy más de lo que muestro. No te distraigas mirando mi silla de ruedas, mis piernas han andado y desandado más de mil caminos hasta llegar a ella. Más de una vez me he tropezado y de un sacudón levantado y aquí estoy. No lamento las piedras de mi camino, es verdad que de ellas se aprende, pero de esto, no nos damos cuenta en el momento. A veces curando nuestras heridas, atrasamos la meta y esa también es una manera de caer.

Que no te moleste mi cara de enojo. No estoy enojada, sólo son mis líneas de expresión, esas que de joven intentaba disimular y ahora son mi bandera. Ellas nunca mienten, si abundan en la frente, te cuentan mis penurias, si lo hacen en mis comisuras te hablan de mis alegrías, todas ellas tienen una historia que contar y me alegra que los cosméticos no hayan cumplido con su cometido. No pretendo olvidar.

Te he visto observando mi espalda encorvada y no quiero que pienses que siempre fue así, hoy no puedo evitar exponer que alguna vez, mi cabeza tuvo que agacharse ante la soberbia y el poder.

No te alteres, no sientas lástima por mí. No necesito de tu mirada con brillos porque mi propósito al contar mi realidad es adelantarte un poco, de lo que la vida tiene preparada para ti. Amores y olvidos. Viajes y encierros. Soledad solo y soledad acompañado. Errores de todos los colores y victorias deliciosas.

Mientras el reloj corre para mí, también corre para ti, lo que nos diferencia, es la diferencia, valga la redundancia, de edad, de fuerzas, de estima, de todo. La posibilidad que tienes de abrazar las oportunidades y hacer que ese tic tac no sea en vano y que tú lo persigas a él y no que él te aprisione a ti.

No te sientas mal por mí, yo ya salí a jugar y la niñez que alguna vez atravesé sigue viva en mis recuerdos. Yo también extraño el abrazo de mamá y los besos de papá. No te confundas conmigo. Puede que mi mirada profunda y anciana te hable de mis nietos, de tu existencia y de todo ser, que gracias a mí, llegó a este mundo. Pero yo también llegué de alguien, y es ahí donde quiero estar. Mis ganas de existir son nulas ya. Y me siento un estorbo, aunque el amor hacia mí, sea grande, todos desconocen de mi profundo deseo por volver a sentir el perfume de mamá, de ir a su encuentro y de sentirme nuevamente una niña. Dicen que en el paraíso los dolores se van, no sabría decirte si eso es verdad. ¿Le temo a la muerte? Ya no. Casi un siglo me bastó para perderle el miedo.

¿Sigues sin entenderme? Hace unos meses dejé de hablar. No quiero que eso evite que aún podamos comunicarnos. Me apena que en tus visitas, te empeñes en tratarme como a un bebé o te quedas solo ahí mirándome sin parpadear. Esos suspiros alargados, me frenan la respiración a mi. No estés triste, mi alma grita victorias aunque mi voz se haya tomado un descanso. De todas formas si pudiera hablar a duras penas, dirías a todo momento ¿Qué? ¿qué? ¿qué? prefiero ahorrarme eso, porque de todas formas no podría repetir lo que digo. 

Prefiero seguir hablando con mis ojos, esos mismos que viste por primera vez el día que te traje a este mundo. Esos sí, que no mienten. Te prometo que no tendrás que pedirles que te repitan las cosas. Son las ventanas del alma, dicen algunos. En cada visita quisiera que lo descubras. De este mundo me voy con secretos. ¿Quién no los tuvo alguna vez? Pero también me voy tranquila, porque cuando sí podía hablar, dije lo justo y lo necesario frente a personas que me debían escuchar.  

Ya es tarde hijo, vete a almorzar. En tu hogar te espera tu hermosa familia para vivir y soñar.

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