Y ahí me encontraba yo, perdida en un sinfín de sensaciones que me envolvían como las olas de un mar agitado. Sentía que el mundo daba vueltas a mí alrededor al tiempo que me descubría sola y confundida.
¿Realmente estaba tomando un helado en una tranquila terraza?
Los rayos del sol acariciaban mi rostro con delicadeza haciendo que disfrutara del delicioso momento.
Cuando mis labios rozaron la helada y suave superficie, verde cuan planta que incitaba a probar su dulce veneno, me sumergí en lo más profundo de mí ser.
Mi cuerpo tembló de emoción, se llenó de frescor y seguidamente de alivio. La menta del helado me producía una sensación agradable: un escalofrío similar a un primer beso en primavera.
Volví a contemplar la exquisitez que sostenían mis pequeñas manos. Su color llamativo evocaba a un momento especial. Único a tu lado.
Acerqué la nariz permitiendo que el aroma intenso del helado irrumpiera en mis fosas nasales. Cuan tormenta equivocada en un día de verano, el dulce e intenso olor azotó mis sentidos, provocándome nuevamente ese escalofrío. Gracias a la menta, podía respirar con más fuerza que antes y detectar su olor con facilidad. Esa sensación de alivio se me antojaba a la libertad.
Entreabrí los labios degustando el helado al completo. El frescor agitaba mis sentimientos devolviéndome a un mundo surrealista plagado de incertidumbres. Un distinto sabor se apoderó de mí: diminutos trozos de chocolate se fundían con la menta otorgándole una calidez aterciopelada al sabor. Frescor y calidez se unían para crear una nueva sensación…
Cada parte de mi cuerpo se agitaba con violencia pidiendo a gritos más momentos como el que estaba viviendo. Apreciaba la sensación de flotar en un cielo cubierto de esponjosas nubes. Comenzaba a llover en mi fuero interno aún suspendida en ese mágico cielo. Las gotas caían lentamente hacia arriba dirigiéndose a las nubes y concediendo sinuosas formas.
Al abrir los ojos me percaté de que lloraba. Una única lágrima resbalaba por mi mejilla sonrojada. La mezcla de sabores me había devuelto a la vida.
Los recuerdos invadían mi mente. Mi corazón se sentía abrumado y melancólico. Tu bella figura se dibujaba lentamente en mi memoria. El día que te conocí fue el día que me encontré a mí misma. Vivimos instantes tiernos e inocentes comiendo helado junto a la playa. Daría lo que fuera por volver a ese lugar contigo pero tendré que conformarme con evocar ese mismo momento a tu lado al cerrar los ojos y saborear este helado.
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