«Saboreando tus labios»

«Saboreando tus labios»

Mi alma seccionó,

robándome el sentido,

mi fiel camino, mi fiel amigo.

Me abandonó y hoy descubro en mí soledad,

el antojo de sus dulces y sabrosos labios,

¡mi único y gran calvario!,

miel, frambuesa de gran riqueza.

Soy una cobarde al no intentar recuperarle, llegaré a odiarme, ¡lo sé!, mi gran orgullo.

Necesito un instante para poder besarle, abrazarle, saborearle, él, el mejor de mis vicios.

Moriría hasta poder alcanzarle, su sabor inexplicable, tan puro e insaciable,

¡él es mi muerte!, ¡él es mi suerte!, ¡él está en mi mente! deseo volver a tenerle. Clavó su sabor en mi alma, ansias locas que me gritan en mi calma. Ese olor a perfume y malvas, o sus brazos ardientes arropándome en el alba, un resquicio de sabor y olores que se quedaron impregnados en mi casa.

Una alianza entre el bien y el mal, imposible de superar, destruyéndome a cada paso junto al mar, que viene y va, sus olas rebosantes me hacen pensar que tú eres mi verdad.

¡Ay! mi amor literal, mi dorsal, mi espina, ¡no sacarán este clavo!, me resigno, es lo que siempre quise recordar, ese sabor ideal.

La muerte echa a besos, que te parte el alma en vida, hasta llegar a la cima, de la muerte o de la suerte, un precipicio alto y un sube y baja inexpresivo.

Latiendo en tú boca de volcán, que va fluyendo por mis venas, medicina de mis sabores con olor a fresa, tú mi gran destreza, agilidad o belleza, tú eres mi propia delicadeza, soy y seré intensa pero por ellos, esos labios de frambuesa.

Dominan mi flaqueza con gran crudeza, me desvanezco ante el abismo del intento, inmerso y profundo duelo hacia esos besos de muerte, siguen aquí latentes, siguen aquí presentes, te amo en silencio y lo grito al viento, que recoge en su tormenta la caricia de un cuento, tú eres mi real sustento, tú eres mi amuleto, tú eres mi alimento.

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