Cena en el Ritz.

Cena en el Ritz.

Mirta Calabrese

09/05/2017

Se conocieron un verano en París. Alice viajaba sola, y Daniel en uno de sus escapes. Aventurero y bohemio, sin arraigo en ningún sitio, con casi nada en los bolsillos. Se encontraron en una patisserie y con el delicioso olor a pan recién hecho de por medio se reconocieron en un mismo idioma. No preguntaron casi nada uno del otro. En aquel viejo hotelito, donde era mejor no mirar debajo de la cama, se hicieron amantes.

¡Ella está tan bonita y elegante esta noche! Con el vestido sencillo de algodón que lleva. Él, impecable, con una camisa blanca.

Unas velitas a medio consumir, son la única luz que ilumina la estancia aparte de la luna, cómplice de la cita.

Desde la pequeña cocina invaden la terraza una mezcla de deliciosos aromas. En el centro de la mesa luce como un trofeo la sopera antigua. El fino mantel de lino bordado que Alice trajo en su valija le da un toque sofisticado a la pequeña mesa de madera desgastada. Los cubiertos y la vajilla de loza son heredados. Ellos se sienten felices y tan a gusto como si estuvieran cenando en el mismo Ritz.

Daniel preparó la crema de puerros y zanahorias con todo mimo. Las verduras finamente cortadas, con el toque dulce que le dan las zanahorias tiernas. Un pan, unos pequeños trozos de queso y unos higos en su almíbar esperan para después en un plato de porcelana.

─¿Recuerdas el frío de las noches de aquel verano en Paris? ─ Dice Alice.

─Igual que esta noche aquí mi amor. ¡Pero tan lejos! ─ Contesta Daniel.

La terracita se impregna con los perfumes de las hierbas aromáticas que Daniel encontró en unas macetas olvidadas por un inquilino italiano en el pequeño patio del edificio.

No tienen prisa, los sabores exquisitos y una copa del mejor vino blanco que Daniel se ha permitido comprar los hace soñar. Cuando están juntos ninguna cosa cotidiana es importante, solo ellos dos, y el momento. No necesitan más.

La música suena muy bajita en la radio. La noche se siente más fría. Se abrazan y se besan ajenos al mañana. No quieren imaginar nada. No quieren preguntar, ni saber, que un día, en un aeropuerto, en una noche de niebla, en un amanecer, se despedirán. Aunque tal vez, el destino los vuelva a unir, para recuperar su amor, y a París..




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