Aromas de hogar.

Aromas de hogar.

Evocar recuerdos siempre es un riesgo; riesgo de llorar, sentir, sufrir y añorar.

Unos canelones con atún y tomate, unas patatas con arroz y bacalao, los huevos rellenos sobre una cama de lechuga. Tostadas de pan bien bañadas en canela, un arroz con leche o unas natillas cremosas con su galleta Maria.

¿Comida? No. Mi abuela. Ella está en todos esos platos y en muchos más que cocinó día a día durante toda su vida para darnos de comer, pero sobre todo para hacernos felices.

Ajustar el presupuesto en el mercado para alimentar a seis personas, siete días a la semana, eso sí que tiene mérito. Cocinarlo con cariño, a fuego lento en aquellas viejas cazuelas y con una sonrisa siempre en su rostro, eso…eso es de un ser excepcional.

Hoy es raro encontrar casas que huelan a guiso lento, a cebolla pochada, a pimientos rehogados. Nos llegan los recuerdos por los ojos, por el olfato, incluso por el oído. Recuerdo el pitido ese tan característico de la olla express, de la que por arte de magia salían unos garbanzos deliciosos, un caldo que era capaz de regenerar tu cuerpo cucharada a cucharada. Llegar a casa en invierno tras el trabajo y verte arropado por un aroma a alubia roja que invadía toda la casa y la escalera, te elevaba el animo, te reconfortaba con la vida. Ella miraba como nos servíamos aquellos sacramentos que las acompañaban, su chorizo, su morcilla, su costilla y siempre decía lo mismo. “Toda la mañana cocinando y os lo habéis comido todo en un plis plas». Y tú le mirabas con ojos de culpabilidad porque tenía razón, pero cómo no comerte aquel plato que contenía la tradición, el tiempo y el mimo condensado en un caldo que rebañabas con el pan como si no hubiera un mañana.

¿Que no habías tenido suficiente? Pues ella preparaba un chocolate caliente a la tarde, espeso como dice el refrán, con unos panes tostados para untar y la cocina se convertía en un refugio, en un hogar cálido en el que el cariño se cocinaba.

Evocar los olores, el sabor de la comida, es recordarte abuela. Quizá esto tendría que haber sido un cuento, una historia en tercera persona o con un narrador omnisciente pero ¿sabes una cosa? Esta historia, me apetecía contarla a mí.

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