Es el último día de clase antes de las vacaciones de Navidad. Fuera hace mucho frío, pero es normal, aquí en el norte de Francia los inviernos son tremendos. Durante todo el día la estufa de leña está encendida y en el aula disfrutamos de un agradable calor. Hemos adornado un precioso abeto, hemos cantado villancicos, la maestra nos ha leído cuentos y nos ha permitido charlar con las compañeras y movernos libremente por la clase. Se respira felicidad, emoción, ilusión…es Navidad.
Lo que más nos gusta es cuando por la tarde la directora viene a desearnos unas felices fiestas y con la ayuda de las alumnas mayores nos entrega, como marca la tradición, una naranja y un delicioso brioche, «La coquille de Noël», típico de esta región en Navidad. En un instante la clase se llena de una explosión de sensaciones, aromas, olores… los de la suave vainilla del brioche, del cítrico de la naranja, de la leña quemada, del pino, de la cera de nuestros pupitres recién pulidos con esmero…¡Qué felicidad!
Aun ahora, cuando me como una naranja o un bollo de vainilla y noto sus aromas, cierro los ojos y vuelvo a vivir aquellos maravillosos días llenos de risas, de ilusión por la fiesta y la llegada tan esperada de Papá Noel con los regalos. Veo a mi abuela preparando con amor su roscón, su turrón de guirlache, a mi madre rellenando con esmero el pollo y cocinando su típica sopa de cebolla y queso. La cocina es el centro de una actividad frenética saturada de olores muy agradables, de habilidad culinaria y tradiciones, de risas, canciones y sobre todo de mucho cariño. Está permitido revoletear al rededor de las dos cocineras, ensuciarse, probar el caldo, sobar la masa o robar unas almendras. Mi padre, mi hermano y yo también tenemos nuestra tarea, nos toca poner la mesa con el mantel blanco, la vajilla de porcelana, las copas, el candelabro…No falta detalle. De nuevo estoy allí con mis padres, mi abuela como si siguieran vivos y con mi hermano pequeño, travieso y alborotador.
– ¿Cómo pueden unos aromas transportarme con tanta nitidez al pasado, a mi niñez? Es maravilloso.
Puede incluso que me ponga un poco pesada, porque siempre que alguien pela delante de mi una naranja, se disparan en mi celebro los recuerdos y no puedo evitar comentar: «Mmmm como me recuerda este olor cuando yo era pequeña en Navidad y….» Creo que mis hijos, sobre todo, se lo saben de memoria y me escuchan resignados. Pero es que me hace muy feliz recordarlo y comentarlo.
«La coquille de Noël».
Una clase parecida a la mía en aquellos años.
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