Aroma de madrugada

Aroma de madrugada

Ana Delgado

28/04/2017

Me despertó el aroma a vainilla y las varillas chocando contra la olla. Era de madrugada y mamá nunca nos dejaba levantarnos, pero no pude resistir la tentación de correr hacia la cocina. Allí estaba ella, como si fuera aún por la tarde, tan despierta como activa, moviendo el flan con entusiasmo, porque de otra forma quedan grumos.

Me ve y sonríe, aunque sabe que me salté las normas de nuevo y debería estar acostada. Yo, que hice como si esa mirada cómplice no fuera conmigo, fui apresurada a coger las galletas del mueble de los dulces, como todos en casa lo llamamos. Me alegré de alcanzarlas, pues juraría que ayer tuve que coger la banqueta a escondidas para conseguirlo.

Mi madre cogió la bandeja especial para el flan, que nunca se usaba para otra cosa porque según ella, perdía el encanto. Colocó la primera capa de galletitas para que hiciera de deliciosa base. Tan solo de verlo, porque estaba solapada a ella sin apenas dejar que se moviera, empecé a salivar como un perrito que ve un trozo de suculenta carne.

Vertió un poco de flan caliente sobre la capa de galletas hasta cubrirlas y paró de nuevo para poner otra capa más. Así hasta terminar con todo. El olor que desprendía mi postre preferido me tenía totalmente embriagada. Mirarla a ella mientras lo cocinaba como si fuera la más importante de las recetas también.

Pocos minutos después, cogió un cazo y me apartó una parte en un plato de esos hondos que tanto me gustan. Hizo exactamente lo mismo para ella. Nos encanta comerlo caliente. Con un gesto y media sonrisa me indicó que fuéramos al salón. Con la televisión de fondo, como siempre, empezamos a charlar.

Habían pasado ya diez años desde la última vez. La casa está igual. Mamá no ha cambiado nada, incluso pude ver como la banqueta que cogí aquel día para alcanzar el ansiado mueble de los dulces, seguía allí. Había vuelto a despertar como una niña inocente otra vez.

Y entonces, mientras hablaba con ella sentadas en el sofá, lo supe. Todas aquellas veces que me desvelé con el olor a vainilla y el baile de las varillas, eran una llamada de mi madre, que sabiendo la ilusión que me hacía ser cómplice por unas horas de ella y su flan con galletas, permitía con una sonrisa que disfrutara del aroma a madrugada.

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