¿A qué sabe, papá, un Niño Especial? me preguntó mi pequeña hija, al escucharme decir que a su hermanito me lo quería comer a besos.
Sin dudarlo un segundo le contesté:
Sabe a aperitivo de SORPRESA acompañado de DOLOR.
A ensalada de ÁNGEL aderezada con AMOR.
A sopa de DIVINIDAD sazonada con REGOCIJO.
A filete de INOCENCIA cocinado con PACIENCIA.
A guarnición de FE servida con ESPERANZA.
A postre de EMBELESAMIENTO preparado con SUBLIMACIÓN.
A digestivo de GRATITUD deleitado con SUMISIÓN.
Sabe a largas noches de cuestionamiento tratando de encontrar una razón.
A lágrimas de injusto coraje al no sentirse merecedor.
A sentimientos encontrados como parte de la confusión.
A súplica de resignación al no contar con formación.
A remordimiento calcitrante al comprender la situación.
A resignación tardía al aceptar la designación.
A gratitud infinita al dimensionar la labor.
Sabe como a extasiar el alma con un buen puro cubano, fumado después de haberse deleitado con un aperitivo español, una pasta italiana, un platillo mexicano, un buen vino chileno, un corte argentino y un postre francés.
Sabe a un pedazo de cielo, un instante de amor, un sueño inalcanzable, un galardón de honor.
Sabe como un primer beso, un éxtasis de Amor, un logro inexpugnable, un sueño seductor.
Sabe como una recompensa ganada, un reconocimiento mejor, un premio merecido, un privilegio mayor.
Sabe como el volar de un ave de majestuosa visión, el fluir de un rio de incontrolable fulgor, el ascender un monte de altura mayor, el escalar una roca de dificultad superior.
Sabe como el olor de un fino perfume, el sonido de una bella canción, el sentir el tacto de una suculenta seda, el leer un buen libro con mucha pasión.
Sabe como un poema de Neruda, un corrido de José Alfredo, un tango de Gardel, una sinfonía de Beethoven.
Sabe como ver el amor, sentir el color, paladear el viento, escuchar una flor.
Sabe, querida hija mia, exquisitamente a Dios.
Artista japonés ciego con Síndrome de Down.
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