La última voluntad de una viajera

La última voluntad de una viajera

Marga DR

14/11/2018

Claudia se detuvo un momento antes de romper el papel que envolvía el paquete que acababa de recibir, para repasar letra por letra la elegante caligrafía del remitente.

Era de su octogenaria amiga chilena. Amalia había fallecido hacia apenas una semana, fue su hijo mayor quien se encargó de llamar a todos los allegados de la mujer para darles la noticia y avisarlos de que en breves recibirían algo que contenía la última voluntad de su madre.

Era una caja blanca, encima de la cual había un sobre en el que había escrito; Lee la carta antes de abrir la caja.

“Claudia, cuando leas esto quiero que lo hagas sonriendo, puesto que éste último viaje que emprendo lo hago con la satisfacción de haber vivido una vida plena. Nunca tuve prisa por irme, mis años dan fe de ello, mas tampoco tuve nunca ninguna prisa por quedarme más allá de lo necesario. Es la fugacidad del momento lo que le da sentido a la vida, siempre lo creí así. Nos conocimos por un supuesto golpe de mala suerte, ¿recuerdas? Yo estaba en Turquía y mi siguiente destino era Egipto, pero debido a una huelga perdí el vuelo y el viaje. Así que improvisé y fui a Rumania, donde nos conocimos. Recuerdo tu expresión al contártelo,-¡que valiente!-me dijiste. Que si a mi edad, que si yo sola por Europa…Lo que más nos frena siempre es el miedo, y yo por aquel entonces con 65 años, ya me había dado cuenta. En aquel periplo de varios meses por el viejo continente vencí todo miedo a lo desconocido, y tú me ayudaste a ello. Te recuerdo con el corazón roto, contándome que llegaste a Bucarest huyendo del dolor y creyendo que con 40 años superar un divorcio sería misión imposible. Pero ya ves, no hay edad para el dolor, como tampoco la hay para la esperanza, que te llegó apenas dos años después revelando la verdadera forma del amor.

Disfruta del viaje de tu vida, querida amiga, y que nada te frene.

Te quiero”

En la caja había un puro, y en el puro una inscripción que rezaba; “Fúmatelo a mi salud.”

Claudia sonrió, encendió el puro y dejó que los recuerdos se deslizaran junto al humo en torno a ella. Aquella niña campesina huérfana que crió a sus hermanos, aquella adolescente que emigró a la capital y aprendió a leer y a escribir con diecisiete años, aquella esposa que enviudó con treinta y pocos y crió a dos hijos teniendo varios empleos, aquella jubilada que ahorró durante 3 años para poder cumplir su sueño de conocer mundo, sonreía con tal despreocupación que cualquiera hubiera jurado que su vida había sido fácil.

Claudia recordaba con admiración las palabras con las que Amalia había finalizado el relato de su vida;

-Los obstáculos son oportunidades para superarnos. Además, los enfrentes sonriente o a disgusto, de igual modo tendrás que enfrentarlos, así que ¿porque amargarse?

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS