Sé porque decidiste irte, muchas cosas nos fueron arrebatadas. Tranquilidad, seguridad, confianza, estabilidad, eran cosas que a todos nosotros en nuestra patria se nos habían hecho desconocidas, ajenas, hasta que en su búsqueda nos volvimos también nosotros como ellas, extranjeros.
Un boleto de avión, como un rayo, fue todo muy apresurado, mientras me preguntaba cómo era qué mi vida podía caber en dos maletas mi madre orquestaba todo. Había muchas cosas que no podía empacar, al final fue ella quien me ayudó a elegir que llevar en mis maletas. Ella, la persona que más me ama fue también la misma que más me ayudó a alejarme… ¿porque no lo querría?, yacía en mi cuarto todos los días, ya no era el mismo; enfermizo, deprimido, angustiado, solo tenía una cosa en mente… irme. Pronto llegó el dia, tomé mis cosas, y me despedí de todos; de mi madre, de mi padre, de mi hermano, de mis primas, de muchos sueños que quedaban atrás… y también de mis perros, esos dos viejitos, una madre y su hijo, sabía que no los volvería a ver. Muchas cosas mueren en ti cuando te vas para no volver, y las tienes que cargar como ausencias entre tus maletas.
Han pasado dos años desde entonces, no ha sido fácil, he conocido el frío de las noches en la calle, el malestar del desempleo y el peso del trabajo infrahumano, y aun así, por mucho tiempo no pude llorar. Hasta que hace poco, en medio de una fiesta, entre bebidas y luces salí para poder respirar, lágrimas entre mis ojos, la idea vino como un caudal; me había abandonado a mí mismo, allí, en el aeropuerto. Buscando aire fresco lo que encontré fue una tormenta, y como un tonto me amarré a las ruinas de cosas que no eran, buscando así ser salvado. Me había olvidado de las personas a las que les importaba, y me aferre a aquellos con los cuales no podía contar. Había dejado de lado mis sueños, metas e ideales, para abnegarme sencillamente a sobrevivir.
Algo tenía que cambiar; yo tenía que cambiar.
Quebré la última de esas ruinas; una amistad, rota, y por una vez en mucho tiempo me sentí feliz, me sentí solo, me sentí libre, así lo supe. Nos fuimos buscando nuestra libertad, más esta es pesada, tempestuosa, llena de ausencias, de soledad, de responsabilidades, por debilidad la llevamos a cuestas como si fuesen cadenas, y nos aferramos a otros pensando que nos pueden liberar de tal carga, ¿pero quién puede librarnos de ser nosotros mismos?, así que a medida que busco los retazos de quien soy y los cargo entre mis manos, quiero decirte que sé que hoy pasas por tu propia tormenta, sin control ni salida, pero tomar las riendas de tu vida es una decisión, no es fácil, nada que valga la pena lo es, y si algo he aprendido bien es que siempre hay opciones, y que somos más fuertes de lo que creemos.
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