​El reflejo de mi alma.

​El reflejo de mi alma.

Axel Bianchi

08/11/2018

Caminé durante horas, luchando contra el frío y el viento, temiendo a cada paso que la nieve cediera bajo mis pies, y al fin, ante mí se alzaba el gran muro blanco, toneladas de hielo macizo corroído por el viento y teñido por el polvo volcánico. Un muro infranqueable, levantado hace milenios por fuerzas más poderosas que nosotros, y solo nos separaba un cauce de fría agua turquesa, impetuosa, tan peligrosa como traicionera.

En el reflejo del muro me veo a mí mismo, de pie, vestido con un abrigo rojo, un gorro negro y cargando una pesada mochila, me quito el gorro desesperado porque no veo más que arrepentimiento.

Cojo una piedra, se la lanzo con desprecio y le grito con todas mis fuerzas desgarrando mi voz, exigiéndole respuestas. El glaciar parece observarme, e indiferente deja como única respuesta los ecos de mi desesperación.

Resoplo nervioso, abatido y engullido por un silencio glacial que se apodera de todo a mí alrededor, interrumpido por los latidos de mi corazón acelerado y una respiración agitada.

Caigo de rodillas ante él, le imploro entre lágrimas que no me deje solo, y mis primeros sollozos se imponen a los alaridos de mi corazón.

  • – ¿Cómo se supone que debo continuar? – le pregunto entre llantos.

Ante mí, mi madre duerme postrada en su cama, intacta y sin daños, pero destrozada por dentro, mutilada su alma por perjurios, por traiciones… por sus propias ambiciones.

Hace años me reía de esa enfermedad, “Pandemia” me dijeron, y ahora estaba dentro de mi casa, devorando a mi madre.

Todo el mundo quería hablarme de superación, de sobreponerse a la adversidad, de ser un héroe, un héroe común, pero olvidamos a los que dejamos atrás, a quienes llevan una vida luchando, a aquellos que ya están cansados, aquellos que ya han sido derrotados.

“¡¿Me habláis de superación?!”

Ella se da la vuelta en su cama y me da la espalda, cansada, con los ojos hinchados por el llanto, sin fuerzas para moverse y sin ganas de vivir.

  • – ¿Cómo… – las palabras se traban en mi garganta – ¿Cómo sigo adelante?

Por supuesto, los fármacos le impiden escucharme, solo oigo el sonido de mi propio eco ante un glaciar helado.

Aprieto mis puños, seco mis lágrimas y muerdo mi lengua antes de marcharme, “¿Cómo se atreven a hablar de superación?”. Todo el mundo habla de ella, se vanaglorian de su acto, presumen de ello, cuanto más complicado y triste mejor. Más fama, más seguidores, más de todo, lo hemos transformado en una competición más.

Me levanto del suelo y vuelvo a mirarme en el glaciar, que durante un instante reflejo mi alma partida, mis traumas más profundos y aquello que simplemente aprendí a sobrellevar.

  • – Lo llaman superarse – susurré al glaciar.

Me ajusté la mochila, me coloqué el gorro y miré por última vez mi reflejo, antes de darle la espalda al frío y a la soledad, e hice lo mismo que en aquella habitación, superarme.

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