¿Para qué suena el despertador si no pienso levantarme?. Me quedaré aquí, en la cama, pensando, dormitando, imaginando que vivo en un mundo que no duele, que no me hace daño.
Me quedo una hora más, dos, tal vez tres. Tengo clase, pero es más importante pensar en mi oscuridad que enfrentarme a personas a las que no comprendo.
No, ellos no son honestos. Visten con colores vivos, pero están muertos. Te sonríen pero no te dicen nada. Por dentro están vacíos, tanto, que transitan por sus vidas sin pisar el suelo. ¡El suelo!¡Mi suelo! Éste me abrasa. Cuando consigo sacar los pies de la cama, estos se derriten al tocar tierra.
Ciertamente, yo no visto con colores , ¿qué tengo que celebrar?. Mis colores son los del laberinto: el color de la duda, de la nostalgia por una realidad que nunca pudo existir.
Ya tengo los pies sobre el suelo. Miro mi entorno. El mismo de siempre. Nada cambia, nada cambia en mí. Montones de libros desordenadamente colocados forman mi mobiliario. Mentiría si digo que los pienso leer. No me importa lo que digan los demás sobre nada.
«No puedes salir de aquí», me repito una y otra vez. ¿Para qué tanta repetición, si nunca la pongo en duda?.
«Jamás saldrás de esta». Odio esta melodía, pero no sabría vivir sin ella. La oscuridad forma parte de mí, como un brazo, un corazón o un pie. Va donde yo voy. No, dejadme corregir. Me arrastro con ella allá donde vaya. ¿»donde vaya»? Curiosa pregunta. ¿A dónde voy?
La oscuridad me dicta mis pensamientos. Sólo quiere que piense en tinieblas. «No pienses en esto, no vale la pena. Sólo piensa en mí. Mi oscuridad te protege de los demás».
Sí, tengo miedo. Soy lo suficientemente mayor como para reconocerlo. Tengo miedo a mi propio vacío estruendoso. No se me ocurre ninguna alternativa. Controla mis emociones, y creo que disfruta con mi sufrimiento. Se nutre de él, y por lo que siento, cada vez está más fortalecido.
Estoy en el mediodía de mi vida. No hay sol, no hay nubes. Soy invisible. Nadie me ve. ¿Estaré muerto?
Oscuridad.
Ya es por la tarde. He dejado a la oscuridad jugando sola. He perdido demasiado tiempo en mi propio laberinto. He tardado mucho en darme cuenta que mis temores me muestran acontecimientos venideros que jamás sucedieron. No diré que vea la vida con colores alegres, pero sí que soy capaz de aceptar y agradecer que al menos tengo una vida para verlos. Pienso en la cantidad de seres que desearían tener un minuto de vida, y estar en este planeta, en esta realidad. Eso me hace ser responsable de lo que tengo. La vida es un don, un regalo.
Comienza un nuevo día. Me despierto antes de que suene el despertador. Hay tantas cosas que deseo hacer, que ningún pensamiento conseguirá desanimarme.
Superé a mis peores enemigos. Superé mis miedos. Ahora ellos y mi oscuridad juegan solos y alejados de mí.
Luz.
OPINIONES Y COMENTARIOS