Solo recuerdos expondré. Voy camino a ese gran auditorio, la decana de América se ofreció, se encargó de los invitados. Invité a los de mi generación, algunos se disculparon, los achaques que aparecen después de los sesenta, muchas veces impide moverse como pez en el agua. Algunos ya ni se mueven, me despedí de ellos como correspondía. Los que asistirán, se interesaron en el relato que se imprimió. Las preguntas imagino, serán por interés individual, de pequeño grupo, de gran grupo. Es lo que pude simbolizar, lo que tenía que recordar, lo que debía ofrecer, lo que permite valorar, para que nos valoren. No es sentimentalismo, eso se lo dejamos a los más cercanos.

Nos tocó experimentar la furia natural de los setenta. Un terremoto nos asolo, acompañado de un aluvión, el huayco se llevó a miles de vidas. Muchos desplazados, niños, jóvenes, fueron recibidos en la ciudad principal, a algunos los adoptaron. Mi caso fue ese. La familia que me cobijó, no tenía hijos, no los pudo tener. Buenos candidatos, para un niño que perdió a su familia entera, era necesario que cambie de apellido. Aprendí a enseñar, pero mis recuerdos, mis afectos, me llevaron aceptar un puesto en provincia. Dejé la costa, me alejé de mis padres. La sierra era lo mío, las montañas, los ríos, las lagunas, el oxigeno más puro.

La tranquilidad, que te da el sonar todos los días a primera hora, la campana del pueblo, indicando que es la hora de entrar a clases, así lo mismo cuando termina. Cada uno, con su cada una, se retiraban a sus aposentos. Y así, continuaba. Los calendarios indicaban el paso del tiempo, el crecimiento, las metas cumplidas y los acontecimientos que no se programan, pero que aparecen, como el aluvión pasado. Algunos sucesos indican el inicio de algo, al principio, no se sabe de qué se trata. Lo nuevo tarda en entenderse más aun en asimilarse. La naturaleza en su ser pensante, era el nuevo actor. Apareció en la década de los ochenta.

El aluvión llegaba cargado. En su arrastre, quería eliminar la voluntad de pensar, decidir, optar. No, si no estabas de acuerdo con ellos, eras su enemigo, su método el terror. La inestabilidad llegó sobre todo a los más pobres, a punta de bombas y asesinatos, se propusieron doblegarlos para que los siguieran. Dejó de ser mi trabajo de enseñanza lo principal –se cortó lo cotidiano, por la interrupción permanente de clases-, poniendo más atención a los incidentes que ocurrían. Fecha, hora, lugar, eran anotados en los muchos cuadernos que cuidadosamente conservé. Las imágenes de lo vivido, se la encargue a mi memoria, no debía fallarme, los evocaba cada cierto tiempo para asegurar que se encuentren bien conservadas.

Ha llamado la atención mi relato. Muchos han querido entrevistarme, les dije: no. Lo público empieza hoy. Después veremos qué pasa. Los recuerdos, son los aportes de los añejos; que las nuevas generaciones lo reciban es la tarea permanente.

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