Noelia sintió un ring taladrando su cabeza, estiró su mano y apaleó el despertador para que dejara de sonar. El hastío invadió su alma, con treinta años, la monotonía de su vida le pesaba una enormidad. Una vida completamente segura, de tanto temer, ella cuidó que así fuera. Una hora más tarde se encontraba en su coche conduciendo a la oficina. Montañas de papeles esperaban para ser archivados, detenida ante un semáforo, se preguntaba si alguna vez alguien los leería.
El semáforo dio paso, los autos comenzaron a moverse y sin tiempo a nada, un hombre, abrió la puerta del acompañante y se arrojó dentro de su vehículo. Conteniendo el aliento, trató de no ver el rostro del intruso a la vez que esperaba ver el cañón de un arma o algo amenazante, pero no, nada de armas. El hombre la increpó que siguiera al auto negro que raudamente ingresaba a la autopista. Esa no era su ruta, pero dada la situación, obedeció sumisa.
Su corazón latía con fuerza y sus manos se humedecían, estaba aterrada, pero a la vez extasiada, algo la había sacado de su monotonía. Solo esperaba vivir lo suficiente para disfrutar de esta nueva sensación, pensó con un toque de cinismo. Ella corría pegada al auto negro.
Juntó coraje y preguntó, tratando de sonar lo más normal posible, de qué se trataba esta persecución. Sintió la mirada de su acompañante, fija en su rostro, una voz grave, le respondió que todo terminaría pronto y sin consecuencias si solo se limitaba a obedecer. Algo en su interior se reveló, estaba harta de obedecer, con voz de hielo replicó que si no le informaba de la situación detendría el coche ahí mismo, no le importaba lo que sucediera con ella. Se sintió asombrada por su coraje, pero si moría sería sin ser una esclava obediente. El hombre pegó un respingo, su tono cambió, le suplicó que no se detuviera. El vehículo que perseguían era suyo. Bajó a dejar a su hijo mayor en el jardín y unos delincuentes se lo llevaron. No llamó a la policía porque en el asiento trasero llevaban a su bebé. Él pensaba que aún no se habían percatado de ello. Si se sentían perseguidos podrían descubrirlo y arrojarlo del auto en movimiento.
Sin mediar palabra, Noelia apretó el acelerador, pasó por delante del auto negro y más adelante maniobró quedando cruzada delante de él, obligando a detenerse a los delincuentes. Estaban a un paso del peaje y en segundos estuvieron rodeados de policías. Su acompañante saltó del auto y corrió hasta el otro, abrió la puerta trasera y en un instante estaba con su bebé en brazos.
En tanto Noelia, informaba de la situación a las autoridades.
Fué muy valiente, podrían haberla embestido. Ella no lo pensó, en ese instante solo pensaba en ese padre y su pequeño.
Ayudar al prójimo es algo que revive el alma. Noelia lo aprendió ese día, también supo que tenía suficiente valor para cambiar su aburrida existencia.
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