Mi única riqueza

Mi única riqueza

David G.Cruz

31/10/2018

– Se acercan a mí, me van a preguntar algo. Seguro. Míralos, la familia al completo, tan seguros de sí mismos, tan felices, tan franceses…

Estas eran las cosas que pensaba el día que decidí cambiar mi vida para siempre. Dejaba atrás varios años de crisis económica, que derivaron en una crisis de identidad. Pero yo sólo quería ir al toilette de aquella área de servicio francesa y que no me preguntara nadie en francés para no hacer el ridículo. Iba a Suiza con un contrato bajo el brazo y sin conocimientos de idiomas.

Atrás quedaron los días de búsqueda de empleo, como si de una utopía se tratara, inalcanzable. Demasiado mayor. Estas cosas de salir a ver mundo se hacen con 20 años, no con 35. Encontré trabajo en una empresa de renovaciones de casas antiguas en el canton de Fribourg, en le Suisse Romande. Mis palabras aprendidas en francés eran; merci, bonjour, bonsoir, aurrevoir, s´il vous plait y café ou lait.

Los primeros días de trabajo fueron duros, mis compañeros eran en su mayoría tunecinos. Todos hablaban francés, claro. Mi mejor aliado era un brasileño que hablaba español con acento sevillano. Tremendo.

Mi más fiel compañera era la niebla. Sólo la torre de la catedral de San Nicolás sobresalía a la insistente neblina. Los numerosos lagos que había en la zona, propiciaban esa densa capa de niebla que, en muchos casos, era la causante de numerosos suicidios. Tres semanas sin ver el sol y sin ver tres metros más allá de tus narices es demasiado para cualquiera. Desde la torre de la catedral gótica podías admirar el paisaje, cómo el río Sarine se retuerce de forma sinuosa por toda la ciudad.

El verano dejó paso al otoño, para luego dejar paso éste al invierno. Conocí a gente, pero coleccionaba más horas en soledad que otra cosa. Mi francés fue mejorando, iba perdiendo el miedo a expresarme aunque me equivocara. Mi nuevo mejor amigo era un iraní. Aprovechó al máximo todas las herramientas que le daban para tener una nueva vida. Tal vez su historia, su espíritu de superación, hizo que acabara mudándome a la parte alemana. Conocí desde dentro los Alpes Suizos, sus gentes, sus costumbres, que volara sobre 4000 mts el glaciar más grande de Europa en un helicóptero de juguete, visité todos los rincones del país para luego empezar a explorar Alemania, Italia, Francia…

Meiringen. Al fondo están las cataratas donde murió Sherlock Holmes.

Poco a poco le fui perdiendo el miedo a aprender idiomas, a hablar en francés o en alemán, a chapurrear en italiano, pero hablar, comunicarme y escuchar a gente muy distinta a mí. Me instalé en Alemania, me escapé a Holanda innumerables veces. Lo dejé todo para vivir en Mallorca y vuelta a empezar. Si no estás a gusto en un sitio, se cambia. El mundo es muy grande y está lleno de posibilidades.

Poder tomar decisiones sin miedo a equivocarte, es la mayor riqueza que he podido acumular.

Lago Leman.

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