Poco a poco me fui reconociendo, tras uno y mil fallos, tras conocer por un largo periodo solamente la derrota, me reconocí, ahí estaba yo, tirado en la cuneta que se forma entre ambos lados de la moneda, un punto de inflexión escondido en la acaparadora dualidad. Pude ver que no había acontecido jamas derrota alguna. Pude verme como en una grabación visual como chocaba constantemente contra puertas que jamas se abrirían, puertas con candado. Pero puertas ilusorias que fueron colocadas ahí para mantenerme distraído, distraído del único camino que era para mi, la única verdadera elección que siempre estuvo ahí para mi y que no note debido al resto de la ilusión, dice algún místico que la libertad consiste en saber que no hay elección, y se levantaba frente a mi lentamente esa prueba, pude percibir la sensación de tal forma que al lenguaje se escapa una posible descripción, y me fui deliciosamente sumergiendo en un nuevo mundo, un nueva vida donde el tiempo y el espacio tomaban otras dimensiones, mas bien se iban desvaneciendo, de manera pacifica, en silencio. el silencio y la soledad me rodeaban y la belleza y la felicidad era su fruto, o su raíz, o su esencia. De la misma derrota, de andar errando y errando eternamente me fui encontrando, fui comprendiendo y me fui sumergiendo en el mas sutil de los silencios, donde todo desaparece, donde todo surge, donde se es todo y donde todo es. al final la derrota y el éxito no fueron mas que una forma de interpretacion que mantuvo mi alma encarcelada en una prisión. Pero esta gota de sustancia dentro de esta ilusión de separación fue llamada a volver al oceano, y allí en el océano, la verdadera identidad se vio a si misma y se perdió en su propia conciencia. volvió a la fuente allí de donde todo alguna ves apareció, ahi donde todo ha estado emergiendo y finalizando por siempre, donde jamas nunca nada existio.

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