Mantis y libélulas …

Mantis y libélulas …

Carlos Perkinson

30/10/2018

Esta cárcel, prisión moderna de blancas paredes, piso reluciente y luz brillante permanente, es el mundo de las mantis y libélulas que devoran el espíritu de quienes son sus presas mientras viven.

Aquí habito desde un tiempo que me resulta imposible de contar. No oscurece, no hay colores, solo el blanco que agobia. Los contrastes están solo en la miseria del hombre y se me van las horas en un sin final, sin saber si he dormido días, si estoy vivo o muerto.

En este lugar recinto de la pequeñez de quienes me apresaron, quienes me retienen y quienes son sus cómplices silentes, pierdes hasta tu rostro, que no has visto en años. Solo el dolor intenso de una sofisticada tortura, te recuerda que no has recorrido el camino completo.

Todo duele, cualquier recuerdo es un trampa que debilita y cualquier sueño te puede enloquecer, si no aprendes a renunciar a los deseos, a los amores, a todo lo que pesa, lo que ancla, a todo menos a vivir.

Desperté, sentado en un silla, esposado, me sorprendo pensando que cualquiera podrá decir que en el fondo no era tan terrible. Tengo ganas de llorar, de gritar, de desaparecer, pero también he renunciado a ello.

Estaba hecho un asco, no es la primera vez, no será la última, sentado cuatro días, cuarenta veces que podrán ser cuatrocientas o cuatro mil en este recinto de mantis y libélulas, que no pararán mientras viva.

El mundo arriba de mi cabeza sigue girando sin mí, nadando en lo superficial , mientras en este infierno blanco, pulcro sin colores, ni ventanas, ni cantos de aves, ni belleza, tratan de comer mi espíritu para que no quede nada, y que no sea nadie.

Hoy un pequeño insecto entró a mi celda, la luz en su alas era tornasolada, caminó sobre mi mano , sentí sus diminutas patitas moverse a prisa para huir y en un segundo más abrió su alas y voló fuera. Soñé que me iba con él, pero fue peor al recobrar la conciencia y verme aquí.

Aquí todo duele…

Ayer me dejaron asearme, pude ver el rostro de otro preso, me miró, sus ojos abiertos como animal nocturno, sus ojos de miedo , océano inmenso , sentí que quería oír una palabra, algo que lo hiciera sentirse humano, pero callé. No concilié el sueño y eso que ya no estaba en la silla. Aún me arrepiento de mi silencio.

Encontré un hojilla en el baño, creo que fue ayer , la verdad que no sé cómo llegó a mis manos. El mismo guardia del pasillo se acercó y me dijo aguanta y se marchó, quiere darme esperanza y aquí ver muy adelante mata.

No le hice caso, luego de un rato empecé a cortar mis muñecas, se acercaron al rato mis carceleros. Ahora sé que, por al menos un tiempo me quieren vivo, ellos tampoco dormirán.

Y viviré.

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