Benjamín Péloz, el hijo menor de un matrimonio de profundas convicciones humanistas, se vio atrapado súbitamente, con la llegada de Victorino Lotero, el Comandante Supremo, al poder, de elegir entre la delación de miembros de propia familia ante el Sistema Autonómico De Información Colectiva (SADICO) y la posibilidad de que le otorgaran, al cuido, una piso, bien equipado, de la Gran Misión Vivienda; un título de artista audiovisual y un estipendio nada despreciable.
Estúpidos o inteligentes los habitantes de Obontico, trastocado en la Tusa Socialista del Siglo XXI, se entregaron a la mendicidad como forma de vida, no pudo Benjamín escapar de ese contexto y vivió con la íntima amargura de traicionar la remembranza de su padre, cuando en el lecho de muerte tomó su mano y en un susurro, apenas audible, repitió la retahíla de sus momentos de angustia: «Benjamín sé un hombre de bien, acuérdate ser siempre noble y justo para luchar por la libertad».
La tragedia para Benjamín Péloz comenzó cuando despedido de la organización para la que trabajaba, y aunque jugosa fue su indemnización por el despido quedó sin el sustento moral, pues siempre se había sentido parte de una gran empresa;
“Soy –repetía constantemente en voz alta para escucharse- un hombre asociado, con la compañía”, pero estar cesante abatió su moralidad.
La revolución de Victorino Lotero y su mesnada, con su Movimiento Corporativo Revolucionario, Benjamín Péloz revivió su razón de ser, volvería a tener sentido: su experiencia de ser colectivo, de identidad con las empresas sería de invaluable ayuda para construir la nueva república, la que sustituiría al viejo régimen, sin advertir que la escala de valores del nuevo régimen, aspiraba otra cosa que el poder mismo.
Inscrito en el nuevo movimiento se entregó, como solía hacerlo por la causas que creía nobles y justas, al pensamiento liderado por Victorino Lotero; inicialmente tuvo controversias incitado por uno de sus hermanos, quien con frecuencia censuraba al poder Movimiento Organizado Revolucionario, ala de la izquierda del Movimiento Corporativo Revolucionario.
Llamado por la Gran Misión Vivienda para que ocupara un habitación en un séptimo piso sin ascensor, le respondió en un telegrama al molesto hermano:
-No mandes más mensajes políticos o nos arrepentiremos.
Días después, ante un teniente coronel rendía declaraciones por el reconocimiento de un cadáver y las pertenencias del mismo:
-Te lo advertí.- dijo enjugando la tristeza.
-La función debe continuar camarada. ¿Lo enterramos o lo cremamos?- la voz del oficial sonó alegremente lúgubre, mientras le entregaba una botella de aguardiente, producido y hecho en socialismo.
Benjamín Péloz caminó lentamente hacia la covacha asignada, en sexto piso abrió un papel que estaba entre las pertenencias del hermano fallecido, al despegarlo pudo leer: “Benjamín si tienes esto en tus manos es que estoy muerto, por favor que no celebren mi asesinato”.
Lo leyó nuevamente e iba a tirarlo al piso cuando un miliciano le increpó:
“Camarada está prohibido tirar basura en la vía pública”
Benjamín se inclinó, recogió el mensaje, lo guardó y tomó el licor amargo.
OPINIONES Y COMENTARIOS