Mis hermanos menores, Alfredo y Carlitos, los dos pequeños de nueve y seis años respectivamente, estudiaban en el mismo colegio. Ambos eran muy buenos estudiantes, y contaban con muy buenas notas. Más o menos a mitad de año se celebraba el cumpleaños de la directora, una señora de edad avanzada, que tenía por mascota un loro, el que siempre la acompañaba encaramado en su hombro.
Los encargados de la organización preguntaron al alumnado, quién quería participar con algún número artístico. Alfredo era muy tranquilo, así es que participaba en esas actividades, solo como espectador; pero, Carlos el más pequeño, poseía un espíritu muy participativo. Se ofreció de inmediato para cantar. La fiesta sería al día siguiente, por lo que no había tiempo de ensayo, así es que los profesores solo preguntaron a cada niño, cual sería su participación, Carlitos respondió que él cantaría.
En casa, todos muy ocupados en la atención del Almacén y Bodega, no nos quedaba tiempo, más que para las tareas de los pequeños; por lo demás, Carlitos era un chico muy independiente, y le gustaba participar en todo lo que el creía ser capaz, era siempre muy activo, pero también tenía la inocencia de sus seis años.
Llegada la hora de la improvisada ceremonia, los alumnos muy bien formados, los profesores sentados, con la señora directora en el medio, con su lorito. Comenzó la ceremonia. Algunos pequeños recitaban sus poemas, otros bailaban, y hasta tocaron algunos instrumentos musicales.
Al tocarle el turno a Carlitos, el pequeño con sus seis años, muy bien plantado en el medio del patio, aclaró su garganta tosiendo como un artista consumado, y comenzó su interpretación, pensando que por el nombre de la canción era la más apropiada para su directora, :
Señora, te llaman señora
todos te respetan sin saber la verdad
señora con todo tu oro y eres mas perdida
que las que se venden por necesidad …
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El hermano mayor, Alfredo de nueve años, avergonzado, había corrido a esconderse en la zona de baños, pensando que una cosa como esa, no volvería a sucederle a él.
Al relatar Alfredo, en casa lo sucedido, y la vergüenza que había sufrido, mis padres tuvieron una conversación con ambos niños, recomendándoles ponerlos en conocimiento, en un futuro evento en el cual Carlitos quisiera participar. Al día siguiente se dirigieron ambos, en compañía de mamá, a la oficina de la señora Directora. En donde mamá dio las explicaciones correspondientes, siendo muy bien aceptadas las disculpas; entre tanto los niños parloteaban con el lorito mascota.
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