El Frabuyoso día

El Frabuyoso día

Erika Morales

20/10/2018

El lodo atascado en mis botas casi toma forma de dos brazos pegajosos que me impiden caminar sobre la acera hacia mi rumbo. Observo los cuerpos con rostros desdibujados pasando junto a mí como entes grisáceos sin forma ni energía. Los olores que cada día inhalo me parecen nauseabundos y repugnantes. La aspereza y sequedad de mi lengua aún tiene el sabor etílico de hace unas horas. Solo unas cuadras más y llegare a la oficina, a la rutina.

Ese odioso lunes permanecerá en el archivo de mi memoria, sin temor a exagerar, como el peor día de mi vida antes de resurgir “como el ave fénix”. Mi cuerpo parecía no responder a las órdenes mentales que torpemente intentaba procesar. La borrachera de un día anterior fue consecuencia del hartazgo y decepción de una intolerante vida de 45 años, sin pareja sexual, sin progenitores, sin un perro que me ladre, no tengo madre, literalmente.

Las estridentes voces de hombres y mujeres que rodeaban la larga mesa de caoba en la sala de juntas taladraban mi cabeza como agujas. Al finalizar la junta de inicio de semana, mi cuerpo se tornó espeso, se deslizo sobre la silla de piel hasta caer como plasta sobre la alfombra, la cataplasma compuesta de huesos, músculos, tendones, tripas y demás se desplazó hasta su ridículo cubículo a pasar el día como pudiera.

Y ahí estaba yo siendo espectador de como los hilos de mi día a día eran movidos por algo misterioso y obscuro que no podía ver, pero que definitivamente no era yo. Algo pasó ese lunes por la tarde mientras la lluvia mojaba mi traje negro y resbalaba hasta hacer un charco alrededor mío. Sí existe eso que coloquialmente llaman “tocar fondo”, lo experimente ese lunes. Recordé esa ocasión cuando tenía diez años y mis primos me lanzaron a una alberca profunda y toque el fondo de la alberca; me impulse con toda mi fuerza con ambas piernas y salí como un cohete disparado con puño derecho cerrado en alto.

Mientras la lluvia seguía con fuerza, mire hacia el cielo, solté mi portafolios y el cigarrillo.Me talle los ojos mientras las lágrimas rodaban por mi rostro, lavando toda esa maltrecha tela de apatía y dejadez, desde la esclerótica del ojo hasta la suela de mis zapatos.

Algo sucedió, el frabuyoso momento llego, algo desde el fondo de mis entrañas decidió que era momento de tomar los hilos de mi vida, así que los tome con fuerza y me di cuenta de que el único que me puede parar soy yo mismo. Puedo llegar tan alto y tan lejos como yo quisiera. El sol se asomó entre los edificios y formo un arcoíris que se reflejaba en mi charco. Mis labios entumidos apuntando hacia el piso se fueron curveando hasta mostrar una gran sonrisa. Me siento bien, puedo ser feliz, voy a ser feliz. A pesar de que el camino esté lleno de curvas y baches voy a persistir.

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