LAS MULETAS DE MI FE
Tenía mis dudas acerca de participar en un concurso literario con un relato sobre “superación personal”, puesto que no pensaba que en mi vida haya superado algo verdaderamente importante. Pensándolo un poco descubrí que VIVIR ES DE HECHO UN ACTO DE SUPERACIÓN PERSONAL.
He descubierto que, el secreto de lograr esta hermosa travesía de VIVIR, sin morir en el intento, está en aferrarse a algo, lo que solemos llamar UNA RAZÓN PARA VIVIR. En mi caso, esta razón lleva por nombre FE. Sí, fe en un algo superior a mí, a quien suelo dirigirme como: “NUESTRO AMOROSO PADRE DIOS”.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver la fe con un “relato sobre superación personal”? Pues que, tener fe parece sencillo pero en la práctica realmente es horriblemente complicado creer en algo que muchas veces parece estar escondido detrás del telón de un pequeño teatro, al cual denominamos VIDA.
Grandes personajes de la historia, aparentemente llenos de fe, han dudado en ciertos momentos de sus vidas, que Dios esté presente durante sus muchas vicisitudes. Quién no recuerda a Moisés dudando en Meriba, donde golpeó la peña dos veces, como prueba de su poca fe (Números 20 y Deuteronomio 32, 51-52). Quién no recuerda el cansancio de Elías al sentirse abandonado del Misterioso (1 Reyes 19). Quién no recuerda la queja de Jeremías al sentirse acosado por los poderosos de la tierra (Jeremías 20, 7-18). Así como a estos y muchos otros, a todos se nos presentan dudas acerca de la existencia de un Amoroso Padre Dios, puesto que, si es “tan amoroso”, ¿por qué parece estar escondido durante los más difíciles acontecimientos de nuestra vida?
Y he aquí el secreto de mi superación personal: EN LOS MOMENTOS DIFÍCILES DE MI EXISTENCIA SUELO USAR COMO MULETAS DE MI FE EL RECUERDO DE GLORIAS PASADAS Y ESPERO CON FE GLORIAS FUTURAS. Pues sí, al igual que la vida de ustedes, mi transitar por la vida no ha sido siempre sencillo. Pero cuando me siento a meditar sobre mi vida pasada, recuerdo muchos momentos difíciles en donde nuestro Amoroso Padre Dios ciertamente ha estado presente, asistiéndome para ayudarme a soslayar las dificultades.
También suelo recordar las vivencias que ciertas personas dejaron escritas acerca de la presencia de nuestro Amoroso Padre Dios. Vivencias como las de Agustín, quien hermosamente infería: “Tanto tiempo te buscaba tan fuera de mí y Tú tan dentro de mí esperando que yo llegara”. Pues sí, no es Dios quien se esconde, SOMOS NOSOTROS LOS QUE NOS ESCONDEMOS DE ÉL, como ha ocurrido desde el principio: “Tuve miedo de Ti y me escondí” (Génesis 3, 10).
Decidí participar en éste Concurso sólo para invitarles a leer mis otras publicaciones, a fin de brindarles algunas muletas para vuestra fe.
Profundamente creo que no soy yo quien sueña con Dios sino que es Dios quien sueña conmigo y se goza inmensamente al verme superar los obstáculos que se me presentan en este hermoso recorrido al cual solemos llamar: VIDA.
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