Amor por la superación.
El ser humano no puede creer en imposibles, porque detrás de la barrera más grande, hay miles de caminos fluidos por andar. Con esta frase inicié mi discurso de graduación como internacionalista, en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. Estuve varios segundos mudo de la emoción, ante los aplausos de mis compañeros y la presencia de mi madre, hermanos,demás familiares,amigos y un auditorio de tres mil personas. Era la materialización de un sueño casi imposible. Un muchacho de un medio rural, con una madre, que fue padre a la vez, triunfaba a pesar de todas las limitaciones imaginables.
El bachillerato lo obtuve residenciado en siete casas distintas por falta de recursos. De allí partí a la capital, Caracas, con el sueño de ser diplomático. El primer año pasé todo tipo de miserias y calamidades. Un parque era mi refugio para llorar y desahogarme. Una familia oriunda de mi pueblo me prestó apoyo moral y material. Jamás claudiqué. Me esmeraba en mis estudios, obtenía mis mejores notas, realizaba mis trabajos con niveles de excelencia. Las buenas calificaciones me permitieron obtener becas, con aumentos sucesivos. El reconocimiento y respeto de mis profesores eran el mejor aliciente.
Una investigación sobre las perspectivas del egresado en mi carrera, en el área laboral, me permitió obtener mi primer empleo, a mitad de mi carrera; además de ser publicado en uno de los periódicos más importantes del país y motivar una re-estructuración del pénsum de mi especialidad. Estos logros reafirmaban mi confianza y eran un motor, una inspiración, una motivación e impulso para continuar, hasta lograr graduarme.
Las debilidades y carencias económicas, las compensé con esfuerzo, ganas de superación, creatividad, organización, disciplina, perseverancia y búsqueda de la excelencia. Así llegó el gran día de la graduación. Fui designado orador de orden por mis compañeros , ante mi desempeño y camaradería en mis estudios.Una distinción que me llenó de orgullo y satisfacción. También significaba un honor para mi madre, ante todo su esfuerzo y apoyo que me brindó siempre.
El día de la graduación, obtuve una sorpresa adicional, me llamaron de primero, para pronunciar mi discurso. Cuando se oyó mi nombre en el aula magna, me quedé impactado, a tal punto, que un compañero me dio un empujón, para que me dirigiera al estrado del recinto, mientras mis compañeros coreaban mi nombre y me retribuían con aplausos.
Esta ha sido una de las experiencias más emotivas, representativas y el logro más inolvidable en toda mi vida. Marcó una historia permanente de pasión por la superación, el crecimiento personal basado en valores, en el amor por lo humano , la solidaridad, el respeto, la compasión, la humildad y la sencillez; porque me generó una sensibilidad especial, al entender las dificultades por las que puede pasar cualquier ser humano y la importancia de que siempre que podamos, brindemos todo nuestro apoyo, a aquel que quiera superarse, para llegar a ser alguien en la vida, trascendiendo con inteligencia, amor y ahínco, sus propias limitaciones.
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