El desafío está en mi

El desafío está en mi

Sergio Neveu

22/10/2018

Otra jornada de estar atrapada por la melancolía endémica incurable, cual insecto encapsulado en la seda de la araña, cuya sensación actuaba como cleptómana de su felicidad.

Ya no era por el recuerdo de su penoso exilio oriundo del movimiento golpista que se agitaba su expectación.

Su inquietud, tampoco decía relación con la intempestiva narcolepsia infinible de su hijo, deflagrada en una confusa tarde de abril, que destruyó su matrimonio y quebrantó su espíritu hasta ocasionarle un prolongado estiaje emocional.

Su desasosiego no encontraba sosiego en las verdades desconcertantes de la física cuántica con sus flujos de quarks y fótons de difícil digestión, que destruyeron la solidez de su mundo mecanicista.

Su desvelo no fundaba nerviosidad en el extremo opuesto al mundo cartesiano. La religiosidad con sus escándalos y dogmas, le enflaquecían el alma desarticulando su fe con la consecuente sensación aguda de desamparo.

Insatisfecha con la insuperable melancolía, así como con la insustancialidad de las respuestas provenientes del mundo externo, construido – presuntamente – en bases infalibles y definitivas, tomó la valiente decisión de buscarlas en el único lugar donde no había procurado: internamente.

El desafío encarnaba la súplica silente de descortinar lo arcano representado por el desconocimiento de sí misma.

No temió. Redobló su coraje.

La urgía resolver el sentido prevalente de carear su consciencia y su yo. Esas dos entidades tan antagónicas y disímiles. Una necesidad implacable. No hesitó ante el tamaño del reto que se imponía, quizá por desconocimiento, quizá por entender que era su última alternativa.

Sin saber exactamente cómo proceder, buscó intuitivamente en el silencio la respuesta a sus intranquilidades. No tuvo éxito inicial. No obstante, desistir era una palabra abolida del comportamiento.

Perseveró con ahínco.

Una voz misteriosa, aunque no desconocida, la incitaba a proseguir sin abatirse. No serían los ininteligibles ruidos provenientes del silencio que ocasionarían el cese de su búsqueda. Presintió que en algún momento los incoherentes ruidos se volverían nítidos y con sentido.

Con denuedo inusitado aguzó su audición para escuchar el silencio. Fue recompensada después de muchas tentativas y algunas desilusiones. Invisible, un depósito de sufrimientos se materializó en su mente. Depósito alimentado por sus emociones aflictivas, así como por pensamientos colmados de negatividad. Gradualmente los barullos cedieron espacio al sonido cristalino de su consciencia provista de paz imperturbable. Una sonrisa sutil marcó su rostro y templó su corazón.

Supo que su diligencia no era infructífera.

A medida que la sinfonía del silencio aumentaba, la comprensión sobre como superar su melancolía crónica se revestía de claridad. De manera incipiente entendió que la fuente nutricional de sus sufrimientos era generada por apegos desgobernados y que su inverso. la gobernabilidad, era germen de la felicidad.

¡Ahí radicaba su solución! Aprender a direccionar su mente para fomentar el cambio individual que la llevaría a la lucidez.

El desafío soy yo – concluyó serena.

Ante esta certeza embrionaria, sonrió, inundó su corazón con benevolencia, comprometiéndose a esmerarse con entusiasmo, a fin de aceptarse y cambiar sus rancias actitudes insensibles al bien común.

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