Volver a vivir, qué no daría, si pudiera hacerlo.

Ese día, especialmente ese día, en la falda de mi madre con lágrimas en los ojos consolándome entre sus brazos fuertes protectores, su rostro sonrojado y nervioso su cabello ondulado sostenido a ambos lados de la cabeza. me apretaba contra su pecho generoso; qué linda su piel, qué bien me sentía!! Ese otro día cuando con manos nerviosas ajustaba ese vestido que con mucho sacrificio logró hacer para mí, para mis quince años, y dibujaba una sonrisa pícara en su cara despejada. Cuando acunaba a mis hijos, mi madre con su mirada lejana, su rostro sonriente.

Emprendió su viaje en silencio junto a su hijo que lo había hecho unos meses antes. Creo que ese día no pudo, no fue posible para ella superar el dolor.

Y…ese día en el que cansada tomé mi lugar en el ómnibus para viajar a Rocha a dar clases, en el asiento 2. Luego de entregar el boleto, el andar monótono y el movimiento del mismo, hizo que me venciera el cansancio y un sueño ligero se apoderó de mi.

Y ese día en ese ómnibus, ella tomó mi mano, me sonrió, me miró con sus ojos bonitos y cuando me disponía a abrazarla, me desperté. Algunas lágrimas empañaron mis ojos y me llenó una gran desazón. Creo que la necesitaba mucho. Ese día su mano entibió mi alma.

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