Un 20 de mayo nací, como todos, con un pan bajo el brazo. No pasó mucho hasta que alguien untó mantequilla a ese pan y se lo comió. Sin pena ni gloria. Mi infancia fue marcada por las traiciones familiares y la tragedia de esa pobreza que aparece como un cuadro de apendicitis, un dolor inespecífico, una molestia que no sabías que podría ser mortal. Una niñez pomposa de pronto cortada por gritos, juicios y mudanzas inesperadas. La adolescencia caótica de la inestabilidad no sólo emocional, nunca me drogué ni fui a la cárcel y no digo esto como un logro, es meramente narrativo, era un Nerd algo divertido. Pensar en la universidad pública no era un castigo, era un reto, un gran honor, pues en mi familia nadie había logrado entrar a la Decana de América, ella me abrigó, me alimentó y me educó como para saber que en mis manos estaba mejorar más que sólo mi vida, nunca dejé de estudiar (todo el tiempo uno estudia, aunque no se dé cuenta) y por eso nunca tuve ideas de frustración a lo largo de mi educación.
El cáncer abrazó a mi madre, pero el cáncer es una enfermedad mitad corporal y mitad mental, nos acompañamos y le pedí que nunca se deje victimizar, ella lucho contra sí misma y ganó. El corazón de mi padre se paralizó por un micro-momento años después, sin duda ellos estaban envejeciendo. Aún gozo de ambos, los disfruto con gratitud y ternura. Hace poco recibí una beca de posgrado, mágicamente para algunos, inesperado para otros. Si supieran que planeé tanto las cosas buenas que me han pasado, que milimétricamente imaginé paso a paso, salidas hacia múltiples problemas con pocas probabilidades. Siempre escupí y sentí desprecio hacia la pena, siempre he creído que el entorno me hizo fuerte, me obligó a generar grandes ideas y que la suerte que he tenido se debe al puro trabajo de todos en casa. Aún no me caso, pero tengo una hermosa novia, una mascota genial y a veces peleo con todos y cada uno de ellos.
Soy tan feliz, con todo lo que tengo y soy tan optimista por las cosas buenas que veo aún en el camino.
Sólo quiero decirle a esa familia que nos traicionó que espero disfruten lo bien que estamos y que no importa que hagan, jamás podrán hacer más daño, vernos felices, exitosos y con el mentón arriba será siempre mi mejor venganza.
Ojalá que vivan por siempre.
OPINIONES Y COMENTARIOS