Salto al infinito

Salto al infinito

Gus Ellefson

04/10/2018

Quería caer al vacío: a un espacio infinito poblado de pedazos de esponja y poliestireno expandido. Era la segunda vez que veía aquello después de haber visto un muñeco de felpa destrozado dentro de un frasco de concreto. De nuevo, tomé aire y puse la pierna derecha en la cornisa del edificio. Una leve brisa caliente perfumó mi cuerpo entumecido. Me detuve y pensé en lo que podía hacer si llegase a desaparecer en un segundo. Me dio nauseas, pero contuve el vómito. Entonces, miré desorientado el Occidente. Había una mujer de rostro inexpresivo parada en la cornisa de otro edificio. Podría decirse que había decidido saltar, al igual que yo, sin miedo, pero con la certeza que iba a desaparecer para siempre. La vi rara, como si no se sintiera segura de sí misma. Daba un paso torpe y luego, retrocedía convencida de que alguien o algo la estuviese observando con una lupa. Quizás, tenía pánico al chocar con la esponja y el poliestireno que flotaba en ese espacio. “Somos dos seres dispuestos a tomar una decisión oportuna. Nadie nos va a detener el paso. Hagámoslo y luego, juntos disfrutaremos de un viaje inolvidable”, dije a ella, seguro de que saltaría de inmediato. Sin embargo, la tierra tembló un poco e hizo mover las edificaciones de un lado a otro. No hubo víctimas, pero ambos guardamos silencio y miramos el vacío que teníamos en frente. La esponja y el poliestireno estaban descoloridos y una pequeña nube de ceniza grisácea se esparcía en el espacio infinito. No nos dio miedo, pero creímos que la hora de saltar no era la adecuada. “Si aquello esta alterado, mantengámonos en la misma posición”, dije a ella, quien clavó su atontada mirada en la mía. “Compartimos la idea de ausentarnos y no dejarnos encontrar de todos aquellos que no tienen gracia. De igual manera, deseo explorar el vacío o por lo menos, quiero esfumarme, tal cual como si fuese un truco mágico”, dijo ella demostrándome que también tenía fuerza suficiente para dar un brinco. Su comentario me dejo absorto, pues al final, sus acciones eran muy parecidas a las mías. Quise dormir con el ánimo de olvidarla un poco, pero no pude. Cuatro horas después, el reloj marcó las tres en punto de la mañana. Era ya de madrugada cuando vi a la mujer con cara de vergüenza. Era como si se hubiese dado cuenta de que estaba perdiendo el tiempo en como saltar y perderse en un espacio infinito. “Tan solo pienso en las posibilidades de encontrar un lugar seguro, el cual me permita ser libre y soñar despierta”, dijo ella, mientras retrocedía lentamente hasta perderse entre pedazos de esponja y poliestireno. Se fue de mi vista o quizás, se perdió en aquel vasto espacio, el cual era muy alejado de su realidad presente, o al mío, o al de todos que aún desean extraviarse, dando un salto de una cornisa de un inmueble. Divertido ¿No?

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