Llevaba días sin dormir. Al fin te vería y no podía dejar de imaginármelo:
a dónde te llevaría,
de qué hablaríamos,
cómo iría vestida
y cómo irías tú. Ojalá con el vestido de lunares que tanto me gusta.
Llegúe media hora antes al que iba a ser nuestro lugar, donde bailaríamos por primera vez, con una mahou en la mano y el corazón latiéndome en la otra.
Te esperé tras los árboles del retiro. Observando la entrada del palacio de cristal, en la que habíamos quedado.
De repente aparecísteis, tu sonrisa y tú. Porque nunca la dejas en casa, inundándolo todo .
Desde ese momento me quité el chaleco antibalas y no me volvieron a preocupar más miradas. Estabas ahí y quería vivirte. Viajarte y no tener miedo de sentirte.
Cuando mi mundo se centró en tu boca con sabor a rubia, no necesité volver a soñar.
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