Añorando tu postre.

Suena al fondo Armando Molero, estás al otro extremo, junto a las llamas de la cocina. 

Preparas tu inigualable quesillo, tan dulce como la voz que me llama al pie de la escalera, tan único como tu risa y tu canción, tan suave como la blanca caballera;  Abuela, el quesillo era mi adoración. 

Cuantas veces lo disfruté contigo, sin pensar que en pocos años te irías de mi lado.  Extraño la casa llena de gente, el vaivén en la mecedora contando la receta. Pensar que yo también me fui y ahora me encuentro tan lejos. Pero sigues aquí, tu dulce comida sigue aquí conmigo.

Tan crujiente era su caramelo, que solo puedo recordarlo con anhelo, así como recuerdo tristemente cuando te fuiste  entre mis brazos, aquella tarde de noviembre.