En una cazuela de tamaño medio se echa un decilitro de tinta de cualquier color, aunque es preferible que sea negra. Se pone a fuego fuerte y cuando comienza a tomar temperatura se añaden ciento cincuenta gramos de letras, una cucharada sopera de artículos y una de postre de adverbios. Se revuelve todo y después se echa otra cuchara de postre de pronombres.

Cuando arranque a hervir se añaden cinco gramos de adjetivos y se baja el calor, dejándolo todo a fuego lento durante media hora como mínimo, revolviendo a menudo hasta observar que va tomando color.

Cuando parece que el guiso está en su punto, se aparta la cazuela del fuego para que se temple. Una vez que la temperatura es la adecuada se procede a emplatar en una hoja de folio, acompañando el plato con un manojo de metáforas crudas, aliñadas con una vinagreta hecha de ironía, guasa y un poco de mala leche.

El resultado es un microrrelato que podrá servir a sus amigos en cenas de fin de semana.

Nota: Las cantidades descritas son para relatos cortos. Si se aumentan en la misma proporción se puede conseguir un banquete de cuento o novela, dependiendo del número de comensales y del hambre literaria que tengan.

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