Amores que entran por la boca

Amores que entran por la boca

Luis Macedo

27/07/2020

Un sonido del aceite caliente me despertó de tan profundo sueño. Abrí los ojos, pero no pude distinguir lo que pasaba. Me incorporé sobre el borde del colchón y de pronto ese olor se impregnó en todo mi cuerpo.

Las imágenes vívidas llegan al instante. Mi madre apagando el motor de la licuadora y vaciando todo el contenido del vaso sobre un satén con aceite caliente. Ese aroma tan especial, tan suculento, del jitomate con ajo y demás condimentos, hacían vibrar al alma.

Después de algunos minutos, intercambiaba de satén a otro que contenía pedazos de tortillas de maíz fritos y los bañaba con esa rica salsa, los cubría con una tapa de peltre mientras se cocían.

En la mesa del comedor, mis tres hermanos y yo hacíamos bromas a mi padre, todos muertos de risas. Platicábamos, reíamos y nos sorprendíamos con sus historias, mientras comíamos chilaquiles rojos con queso, crema, cebolla y frijoles refritos, esos chilaquiles que jamás he probado algun igual desde su fallecimiento.

Una lagrima espontánea sale de mi ojo derecho hasta perderse en mi barba. Ahora aquí estoy, más de diez años de ese triste episodio y «disfrutando» de mi vida de soltero. En un diminuto apartamento, con un colchón sobre el piso, sin sábanas y un montón de ropa amontonada en una esquina.

Ya despabilado, vi aquella chica que conocí ayer en la fiesta y con la cual tuve sexo, muy buen sexo. Estaba a unos metros de mí, frente a la estufa y dándome la espalda, solo con una blusa encima y mostrando aquel desnudo trasero, esos suaves y firmes glúteos que anoche me hipnotizaron.

Ella preparaba algo para desayunar, algo que se respiraba a familia, algo que la hacía diferente. Se giró y nuestros ojos se vieron, como se ven dos personas que no se conocen, pero se gustan. Como aquella mirada que te paraliza. Como aquel amor, a primera vista.

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