Irina hamacaba sus años en la mecedora de mimbre, la misma silla sobre la que, antes, sentaron los sueños su abuela y su madre.
En un vaivén de colores se soltaron sus recuerdos gastados, sabrosos de aromas antiguos.
Las fotos se desenrollaron en su mente, descansada y serena.
Ida y vuelta. Pasado y presente.
Su abuela María la envolvió con fragancias lejanas, tan presentes. Las ramitas de lavanda, el aceite de coco y los jazmines del patio la transportaron a otros tiempos, a otros espacios.
Ida y vuelta. Pasado y Presente.
El aroma a mermelada de pomelos de su tía Enriqueta despertó en su alma. Su mamá acarició sus trenzas otra vez y las sábanas almidonadas que llevaba en las manos la llenaron de nostalgia. Saboreó las tostadas tibias y los canelones de los domingos, todo junto, desde e rincón de sus afectos.
Ida y vuelta. Pasado y presente.
Se vio joven, con la certeza de que sería eterna. Entre sus manos el ramo de violetas que llevaba el día de su casamiento perfumó el instante y se sintió plena.
Ida y Vuelta. Pasado y presente.
El olor a hospital llenó por completo su foto más querida. ¡Había nacido su hija!
Y la dulzura de esos aromas recién estrenados la llenó por completo. Aromas de ayer, de hoy y de siempre.
Ida y vuelta. Pasado y presente.
En blanco y negro las voces del recuerdo. De lo que fue, con gusto a todo y de lo que podría haber sido, con sabor a nada. Pisadas sin rumbo cargadas de barro, pisadas certeras, cargadas de sol.
Olores de ayer guardados en su memoria y olores de hoy, tan efímeros, forman un hilo invisible de experiencias entrelazadas por el tiempo.
Imágenes que se desvanecen entre sus ojos cerrados. Tan sólo queda el aroma.
La noche está cerca y la noche tiene el suyo propio. Olores del tiempo.
Ida y vuelta. Pasado y presente.
Ya ha vivido mucho. Ya ha vivido todo. La quietud recorre su cuerpo y eleva su alma. Con ella ascienden cada una de las fotos viejas, perfumadas por el tiempo.
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