El conde Gaspar de Zúñiga y Girón entro apresurado al gran comedor principal. Un aroma a carne asada impregnaba el lugar.
-¡Malnacidos! ¿!Quien de ustedes me ha matado a Luis Alfonso!? -dijo el conde con el rostro colorado-. ¿!Has sido tu esposa mía quien ha matado a mi amado!? -espeto señalándola mientras lágrimas rodaban bajo sus ojos-. ¿Nos descubriste y por eso me lo has matado?
La joven desposada, de nombre Imelda no ocultó su sorpresa, al igual que la de los presentes, incluida la del invitado de honor, el Obispo Flavino que degustaba la suave y rojiza carne de una joven ternera.
Imelda pensó que si las palabras del conde eran ciertas, su querido primo Luis Alfonso dejaba huérfanos a casi media decena de vástagos, los últimos de estos mellizos y neonatos, razón por la cual la madre había fallecido. Menos del año tenían las criaturas que aún lactaban de una manceba nodriza. Pero lo que Imelda considero aún mas grave fue el hecho de que su cónyuge, al igual que su primo gustaban de aquellas prácticas sodomitas tan penadas por los textos sagrados.
Los elegantes comensales que rodeaban la mesa fueron presa del estupor al contemplar como su anfitrión sacaba de entre sus ropas una fina pistola cubierta con rosas talladas en su culata de hueso marfil y que apuntaba hacia su esposa.
Quien les habría dicho cuanto cambiaría su velada, cuando instantes antes disfrutaban de las carnes de un tierno lechón asado a la leña, acompañado de una enorme y jugosa manzana roja entre sus dientes, sazonado con las más exóticas especies potenciando su dulce aroma y sabor. Además por si aquello fuera poco, el cochinillo previamente había recibido un baño con el jugo de frutas ácidas, para ablandarlo aún más.
-¡Basta de insensateces!. ¿!Como osas siquiera apuntar un arma sobre tu amada!? – dijo una mujer de cabellera blanca sobresaltada en su asiento.
-¡Calla madre, está mujer no es mi amada! –exclamó doliente con sus ojos empapados -solo me case con ella por tus caprichos -el conde abrió enormemente sus ojos-. ¡Has sido tu madre! -grito mientras apuntaba el arma hacia ella.
-¡Malagradecido! ¿!Por que dios nos castigo contigo!? Mandaste a tu padre a la tumba el día en que se enteró de tus aberraciones. Si tan solo él hubiera tenido un bastardo, ¡Me habría ahorrado la molestia de conseguirte esposa para perpetuar su nombre!
El obispo golpeó rotundamente la mesa interrumpiendo-. ¡Criaturas viciadas del ano como ustedes, deben ser castradas y quemadas en la hoguera!
Gaspar apunto al cuello del hombre que acaba de hablar y jalo del gatillo ante la pasmosa reacción de todos. Con calma tomo un afilado cuchillo de la mesa mientras el obispo se retorcía ahogándose con su propia sangre sobre la mesa hasta quedar inmóvil frente al lechón que lo miraba fijamente.
-Pronto estaré contigo querido mío- susurro delicadamente y hundió el metal hasta lo más profundo de su pecho, mientras su madre y cónyuge desgarraban su garganta en gritos.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS