DENOMINACIÓN DE ORIGEN PROTEGIDA

DENOMINACIÓN DE ORIGEN PROTEGIDA

Magorayo

15/07/2020

Nervioso, recién acomodado en el lúgubre habitáculo. Dudaba respecto del lugar dónde colocar el equipaje. El ojo derecho lo tenía irritado por una lente de contacto muy gastada y me hacía sentir exhausto. Consultaba la hora a cada rato.
– No parte puntual – dijo la señora frente a mí, repantingándose en el asiento y consultando su muñeca. La oscuridad cobijaba los contornos de su figura y los fundía con los objetos que portaba. La otra mujer, asintió a mi costado, mientras ubicaba parte de sus bártulos sobre mi humanidad. Lentamente fue menguando el bullicio y por el dolor resolví quitarme las lentes.

Estaba casi ciego cuando un bulto grandote apareció y vino hacia nosotros. Se trataba del cuarto pasajero del cubículo. Trajo consigo una nueva usina de ruidos y movimientos torpes, a los que se acopló poco después el traqueteo del vagón. Soltaba frases cortas, olía ligeramente a alcohol y se notaban sus ganas de conversar. Me puse los anteojos y lo vi tratando de extraer de debajo del asiento un bolso cuyo tamaño impresionaba.

En esa actividad me pateó dos veces. Finalmente, su bolso quedó entre cuatro pares de pies retraídos. La realidad imperante en el cubículo y la imposibilidad de dormir, hacían presagiar la venida de una noche larga y amarga.

Al rato, este hombre, sacó del bolso una cerveza. Inmediatamente después descorrió el cierre relámpago del bolso diciendo – ¡Pues que vamo a compartí un poco esta delicia!

Y entonces… el aroma me suprimió el mal humor.
El hombre empezó a repartir fetas de jamón. A las señoras se las colocaba directamente sobre las faldas. Ambas empezaron a comer gustosas. A la par, comenzó a contarnos acerca de su procedencia, idéntica a la del jamón, Huelva. Nos explicó los detalles más minúsculos respecto de la elaboración del jamón serrano de jabugo, junto con la historia del campo de su padre. Estaba orgulloso y era apasionado. Nosotros, quedamos convertidos en distinguido auditorio, siguiendo su relato fabuloso sólo interrumpido por onomatopeyas propias de comensales, mmmhhh, uhh, mmm.
El ambiente mágicamente había dado un vuelco. La fragancia era delicada pero embriagadora. Las señoras masticaban y tomaban latas de cerveza que se multiplicaban. Fluía la conversación y la escena era ya la de un festín en alguna taberna de arrabal. ¡Cómo disfruté de aquel momento! Guardo en mi memoria la cara de ese hombre rechoncho, quien con felicidad nos obsequió su propia historia, sin perseguir nada a cambio. Simplemente la satisfacción que le causaba vernos saborear el manjar que nos convidaba. Imposible oponer resistencia, nos deleitamos hasta que se terminó la última feta del jamón.  Jamás supe el nombre del onubense y olvidé qué trayecto trazó el tren aquella noche que hoy se me hace tan antigua, pero conservaré para mi la magia de ese súbito e inesperado banquete. Aquella jornada donde la fragancia de un alimento derrotó a mi mal genio. ¡Albricias!

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