Cazuela de mariscos

Cazuela de mariscos

CAZUELA DE MARISCOS

Ella nació viendo el mar, sus hermosos ojos negros lo llevaban como si el mar hubiera nacido en ellos. Su cuerpo formaba parte de las palmeras que jugaban en la playa, dibujando sueños con la brisa marina, y con ella venía la sazón de la comida costeña.

Una vez cada quince días se estremecía la cocina cuando ella con ese desparpajo, alegría y dulce canto hacía que todos los utensilios danzaran sus bellas melodías, la cocina estaba dispuesta y ese era uno de los principales ingredientes para una buena cazuela de mariscos, ese amor, dulzura y alegría alegraba el estómago de nosotros, su familia que la adorábamos, y algunos amigos que sabían que había cazuela ese día así que llegaban presurosos a la mesa.

Ella con mucho cuidado separaba los ingredientes en varios recipientes como respetando la intimidad entre los mariscos que a veces yo pensaba que ellos se sentían felices de ser la parte fundamental del plato. Los calamares con sus cuerpos esbeltos con forma cilíndrica con sus tentáculos reposando en una bandeja como si estuvieran disfrutando del sol en la playa. Al lado en otra bandeja yacía un pulpo solitario así como vivió su vida, esperando su turno para aportar su sabor, sus tentáculos reposaban a todo lo largo de pronto cansados de todo el esfuerzo realizado. En otro recipiente el caracol y su dureza era un reto a cualquier diente que osara atacarlo. Seguían en turno de espera para ser atendidos los mejillones y almejas que tímidamente esperaban en un plato como deseando que se olvidaran de ellos.

Ella fue preparando en un orden rígido todos estos ingredientes con mucho cuidado, y dándoles el tiempo que cada uno exigía, y después en un acto de inclusión todos eran acopiados en la misma olla revolviendo todo ese mundo de sabores sin dejar de hablarles con el cariño que amorosamente prodigaba una tierna madre a sus hijos, hasta lograr la cocción adecuada y lista para ser llevada a la mesa.

La mesa ya estaba dispuesta. Esta mesa donde los problemas y dolores se solucionaban con el amor y la comprensión que ella impartía y con esta bendición le daba el sabor a la vida. Al terminar todos nos sentábamos a la mesa esperando ese momento maravilloso en el que ella como una reina aparecía trayendo la mágica cazuela despidiendo ese olor que como sagrado incienso inhalábamos preparando el estómago para recibir la deliciosa porción que nos llevaría a la gloria, en ese momento todos aplaudíamos su entrada triunfal al comedor, y ella con su alegría iba llenando nuestros platos. Qué lindo este momento en que la comida fungía como elemento de unión y amor en nuestra familia,  ella era artífice de ese mágico momento. Dios sabe cuánto la amamos, y una mañana se la llevó tal vez a preparar una cazuela celestial, y aquí nuestra cazuela perdió el sabor, la playa sola y triste perdió el color y hasta el mar no pudo contener su llanto. 

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