—No hay moros en la costa. ¡Dale, que ahora es el momento!
—Papá, tú estás seguro, mira que cuando menos me lo imagino, se aparece alguien.
—¡Oye, que no hay nadie en la casa! Tú no ves que acabo de venir de ese lugar ahora mismo y no me pasó nada. Estoy aquí contigo ¿no?
—Está bien, está bien… Tienes razón, voy para allá.
En ese instante, el aprendiz se acerca sigiloso a la puerta de la cocina, mira la hornilla de gas, sube hacia arriba de la meseta y cuando ya el gato tiene los dientes encajados en el soufflé de salchichas, aparece un hombre arrojando un jarro de agua caliente al felino, el cual corre estrepitosamente para el patio.
—¡Ño! ¡Perdiste la oportunidad! —le dice congojado el padre.
—¡Y lo jugoso y crujiente que estaba esa carne!
—¡Mira! Ni que fueras a convertirte en chef de cocina.
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