Bocados al aire

Bocados al aire

Cristina Arias

07/09/2020

Siempre dice que la cocina necesita tiempo y, sobre todo, cariño, un ingrediente tan fundamental como la sal. Él se relaja mientras en la olla los sabores se unen en un baile secreto y pausado. Sus ojos miran hacia el abismo del fondo, entre el chapoteo de las patatas y las habas y los giros sin descanso de los grelos al chocar contra la carne, y empieza a saborear los olores. Es la primera cucharada, la que despierta todos los sentidos. Muchos no lo saben. Piensan que se empieza a comer cuando uno se sienta a la mesa, pero no es verdad. Hay bocados al aire que no necesitan plato ni cubiertos. Solo hay que respirar para que surja la magia. El olor, siempre invisible pero tan fácil de seguir, atraviesa la nariz, los ojos se cierran, las papilas gustativas empiezan a salivar, el estómago se agita, el esófago se prepara para trabajar… “¡Qué hambre!”, pensamos mientras cogemos inconscientemente más aire sin darnos cuenta de que ya hemos empezado a comer.

Mi abuelo dice que el caldo abre el apetito, quizás porque cada cucharada da ganas de más. E independientemente de cuanto pan eche a navegar, para él siempre ha sido un primer plato que inicia el camino del sabor a los demás. Es uno de sus mantras, como el de que para ser alguien en la vida hay que estudiar. Él soñaba con ir a la escuela como los niños que veía pasar con los libros debajo del brazo cuando era joven, pera nunca pudo hacerlo. Le tocó trabajar demasiado pronto, después emigrar. Pero la ilusión por la escuela le quedó grabada en el alma y la transmitió; primero a sus hijos, después a sus nietos. Como la pasión por el caldo.

No lo consiguió con la música. Quería que uno de nosotros tocásemos un acordeón que nadie quiso tocar, y ¡qué pena no haber querido!, pienso ahora, con el paso del tiempo, torpe y arrítmica, mientras suena la radio y embobada bailo con las burbujas mientras remuevo las patatas, que ya se deshacen.

– ¿Comemos?- me pregunta Maca.

– Ven, acércate -le digo- ¿Huele bien?

– Mmm… Está buenísimo- dice. 

Entonces entiendo que él también sabe que se puede comer sin la boca. Y lo beso con los ojos.

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