Aquella tarde, como no recordar. Era un domingo, algunos diran que solo es un día más, pero no. Nuestros domingos no era un día más. Nuestra familia tenia la costumbre, se podria decir innovar, hacer o mejor dicho prepara un platillo distinto cada vez.

Nose cuando empezo la tradición pero con el pasar de los años se ha ido perfeccionando. Este domingo no es cualquier domingo, ya lo he dicho, es cuando cada uno saca por mas escondido que este nuestro chef interno. Oculto en lo mas recondito en algunos o en otros al alcanze de la mano. En una mezcla de sabores peculiares, que van dando forma al mas exquisito plato de comida. 

Yo propuse ají de gallina, mi hermano lomo saltado, mi hermana tallarines. Hubieran sido el apocalipsis familiar sino ubieran intervenido mis padres. Donde cada uno queria probar las delicias que más le apetician a uno. Al final triunfo el ceviche que propuso mi madre y no quedo de otra que obedecer. Que más sino obedecer. Ahi estabamos todos ayudando en la preparacion, para muchos plato bandera nacional del perú. Asi continuamos. Mi hermano que de rato en rato lo miraba solo para reirme, ya que aunque obedecia, yo sabia que era contra su voluntad y casualmente hacia muecas de amargura. Fue cuando mi hermana se puso a cantar y todos la seguimos. Mi padre encendio la radio y ¡oh! Sorpresa la misma canción sonaba. Fue una de esa raras coincidencia. Todos haciendo el coro, aunque muy mal lo abmito aunque en esa algarabia quien lo notaba. Comimos todos juntos. Fue un domingo más para muchos, pero en nuestra casa siempre habra una anécdota que escribir cada fin de semana. Por la tarde, en el jardin. Todos jugabamos esperando ansioso el bello atardecer en nuestra casa. Subimos al piso mas alto y comtemplamos el suave caer del sol en las manos delicadas del horizonte y desde entonces supe que los domingos entre las delicidas que preparaba mamá y el bello atardecer no iban a dejar de ser extraordinarios.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS