Fiesta en la cocina

Fiesta en la cocina

¡Zuuuuuuummmmmmmm… PUUUUMMM!

Con el estruendo de un cohete a la distancia que hacía añicos el silencio de la madrugada ¡Así se iniciaban los días durante las fiestas patronales! Y ¡La fiesta en la cocina de la casa también!

Aún en cama, hasta a mí llegaba el sonido de los trastes en movimiento, el aroma agradable del café, los murmullos de mi hermana y de mi mamá hablando quedo, según ellas para no despertarnos a mis hermanos y a mí. En pronto, mi abuelita y mi mamá Beta -una tía abuela-, se unían al trajín…

—Lava el nixtamal-maíz cocido-que hay que llevarlo luego al molino.

—¿Qué carne vamos a poner?

—¿En dónde pusieron los guisos del mole?

—Ya está el café. Ahí está el pan. Sírvanse y vayan tomando mientras se apuran, no se nos vaya a hacer tarde y nos gane el almuerzo.

—Sí pues, los santeros-vendedores de santos- quieren almorzar temprano.

—Y las atacadoras-vendedoras de estampillas religiosas- vienen luego por su café.

Mientras este diálogo transcurría, el fuego de las hornillas se avivaba y el aroma de la carne de cerdo en cocimiento invadía la casa.

En tanto, los diferentes chiles -ajís-secos al freírse en manteca de puerco, arrancaban tosidos fuertes a las cocineras y mis hermanos y yo nos tapábamos de pies a cabeza para evitar el aroma picante de los chiles.

Después de freír los chiles, freían los condimentos: ajos, almendras, pasas, cacahuates, cebolla, clavo, canela, tomate-verde-, jitomate-rojo-, piña… los cuáles formaban parte fundamental para la pasta del mole rojo que se preparaba. Impregnando ahora el ambiente con un aroma dulzón más agradable que el de los chiles.

En esta parte entrábamos nosotros, mis hermanos y yo, a nosotros nos tocaba moler, en el molino de mano, los chiles y los condimentos. Lo cuál era un batallar y enchilarse las manos. Ya que, a momentos, los chiles se atoraban en el molino y había que desatascarlo. Toda una fiesta.

—¡Apúrese a moler que la cazuela ya está lista para freír la pasta!

—¡Dejen de estar jugando y denle vueltas al molino!

Así atronaba la voz de mi hermana para apurarnos con nuestra tarea ¡Se hacía tarde! El mole debería estar listo a las doce del día.

En una hornilla el pollo frito, con su mezcla de cominos, tomillo, mejorana, laurel, pimienta, canela y piña macerados en vinagre de piña casero. En otra, el frijol con carne de res y su penetrante aroma de epazote.

La cazuela de los frijoles refritos con su olor a humo de leña, las salsas hechas en el molcajete de piedra, las tortillas saliendo del comal, el ir y venir de las cocineras y la llegada de los comensales formaban una coreografía bien sincronizada. Perfumada por los diferentes aromas de los guisos de la cocina, con voces que pedían más tortillas o bien aquellas que daban las gracias por el buen sabor de la comida.

Así se vivían los días en esas fechas y hoy forman parte de mis recuerdos.

Tu puntuación:

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS