Aquella Navidad mi mamá había planeado hacer algo diferente, los años anteriores habíamos celebrado la Navidad en casa de nuestros tíos, primos o nuestras abuelas. Habíamos compartido hermosos y agradables momentos, sin embargo, este año mi mamá quería algo más pequeño, más humilde, más memorable, algo que nos recordase el verdadero espíritu navideño y la magia de esta importante fecha. Fue entonces cuando tuvo la maravillosa idea de hacer una cena de Navidad, pero sólo para nosotros los cuatro integrantes del hogar: Mi mamá, mi papá, mi hermana menor y yo.
Para mí, la cena de Navidad es uno de los momentos donde las familias de todo el mundo festejan esta fecha cada 24 de diciembre, ya que es el momento de consumir deliciosos bocadillos y obsequiarse regalos. Esa Navidad sería la primera que pasaríamos solamente nosotros cuatro y en nuestra casa, después de tanto tiempo.
Desafortunadamente, ese año no habíamos tenido una buena situación económica, apenas nos alcanzaba para subsistir el dinero que mis padres ganaban en la empresa. Pero aún así, no íbamos a dejar que esto nos desmotivase o nos detuviese, haríamos el mayor esfuerzo posible por tener una Navidad humilde, aunque llena de paz y alegría.
Aunque no todo salió como lo esperábamos, nos tardamos demasiado comprando los regalos para los demás integrantes de la familia y ya era de noche cuando terminamos. Otro problema que se nos presentó fue que mi mamá no sabía exactamente qué comprar para la cena navideña, así que terminó comprando algunos ingredientes en Justo & Bueno, otros en el ÉXITO y unos pocos en Metro.
Al llegar a la casa, nos pusimos a prepararlo todo, el árbol, la mesa, las decoraciones y las luces navideñas. Le ayudamos a mamá a preparar la cena, preparamos la entrada, que debía ser básicamente de verduras frescas y cocidas acompañadas de un aliño ligero, aceite de oliva y frutos secos, el plato de fondo, que incluía cualquier tipo de carne, como el tradicional pavo, acompañada de un tubérculo y cereales y finalmente el infaltable postre navideño a base de frutas cítricas y dulces a base de edulcorante. Desde la cocina se desprendían los diversos aromas de los condimentos que hacían que cada vez estuviéramos más ansiosos e impacientes por pasar a la mesa.
Cuando ya terminamos de preparar los alimentos, pusimos los manteles, las servilletas, las copas y pasamos la comida a la mesa. La decoración se veía sencillamente espectacular, llena de todo tipo de comidas y sabores, de una excelente organización que deleitaba no sólo el gusto, sino a la vista.
Algo gracioso fue que mi mamá tenía como objetivo que la cena fuera sencilla, nada opulento y ostentoso, pero al final como no sabía exactamente qué cocinar, terminó comprando un montón de ingredientes y componentes.
Había de todo un poco, caldo, masmelos, buñuelos, chocolates, gelatina, etc, pero sobretodo, humildad, paz, alegría, esperanza, unión y amor, que son los valores que le dan el verdadero sabor y significado a la Navidad.
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