Aquella tarde de agosto estuvo lloviendo por más de una hora, cuando dejó de llover quería salir a caminar y disfrutar de la frescura de la tarde y del vientecillo que venía cargado con los aromas a tierra mojada y al olor dulzón a hierba. Tomé mis llaves y mi cubrebocas, (estábamos en tiempo de pandemia) y salí a caminar. Le dí dos vueltas al parque, cuando iniciaba la tercera me encontré con mi amiga Rocío quien me pidió la acompañara a su casa para pagarme un dinero que me debía. Apenas al llegar percibí el aroma de arroz con leche, sin poderlo controlar salivé, mi amiga debe haberse dado cuenta pues en seguida se dirigió a la cocina y regresó con dos tazas con el aromático y humeante arroz. Nos sentamos a la mesa y seguimos platicando de los hijos y de lo difícil que iba a ser para los chicos no poder tener las clases presenciales y todo lo que el covid estaba provocando. Por fin tomé la primera cucharada del arroz y al saborearlo no pude evitar un gemido de agrado. Rocío, al escucharme, preguntó, ¿verdad que está bueno?
-Si, está delicioso y me hizo recordar la primera vez que comí arroz con leche.
-De verdad? -dijo ella sorprendida, y se quedó esperando que le contara la historia, por lo que comencé con el relato.
-Debo haber tenido entre 3 o 4 años de edad, pues mi Mamá aún traía el luto por la muerte de mi Papá y cuando él murió yo tenía 2 años y medio. Aquella noche había festival en mi pueblo, mi Abuelita iba a vender pozole allí y mis cuatro hermanos mayores iban a participar en bailes folklóricos. Me sentía tan emocionada y ansiosa, ya quería que empezaran las presentaciones. Cuando apenas se había presentado el primer número, que fue el desfile de las vocales, llegó mi Mamá a donde estábamos con mi Abuelita y después de hablar con ella me dijo -Acompáñame a la casa, ahorita venimos. -me tomó de la mano y nos fuimos. Cuando llegamos a la casa me senté a esperar que regresaramos al festival pero ella entraba y salía, iba y venía haciendo cosas, lavando trastos, guardando cosas y se puso a preparar arroz con leche. Yo seguía impaciente todos sus movimientos esperando que me dijera que ya nos íbamos al festival pero pasaba el tiempo y ella continuaba ocupada. A lo lejos yo escuchaba la música y los aplausos después de cada presentación y anhelaba poder estar presente en la siguiente. Luego vino mi mamá con una taza de arroz, estaba delicioso, me lo comí y me quedé dormida esperando que me llevara al festival. Al día siguiente mis hermanos platicaban de lo bonito que había estado todo el evento y me dió tanta tristeza habermelo perdido, que cada que huelo el arroz con leche lo recuerdo.
-Bueno, ya no se ponga triste y comase su arroz- dijo Rocío, con voz consoladora.
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